Terminó “El ángel de Aurora” en Las Estrellas y hay mucho qué decir al respecto.
Primero, que fue el debut como productor de Roy Rojas. Segundo, que fue un retorno a lo más tradicional de las telenovelas de antaño.
Tercero, que fue un melodrama seriado mucho más largo de lo que se acostumbra en Televisa. Y cuarto, que acabó en una transmisión dominical de dos horas y media.
La suma de esto, hoy, cuando todo va hacia el lado contrario, manda mensajes.
Televisa le está diciendo a su público: aquí estamos, aquí seguimos, nos sentimos orgullosos de hacer lo que siempre hemos hecho.
Amé mucho “El ángel de Aurora” porque, tal y como lo hacían las telenovelas de antes, me acompañó durante muchas tardes con una mezcla preciosa de historias de amor entonadas en melodrama arrabalero.
Por lo mismo, gocé el final como un auténtico perro enfermo. Si no era El Pintas (René Casados) retorciéndose de odio mientras trataba de acuchillar a su propio hijo, era Yezabel (Marisol del Olmo) atropellando gente al grito de “¡Muévanse, malditos nacos!”
¿Y qué me dice de la escena de la alberca con todo y fantasmas, de la secuencia de las “alitas” con Ángel (Moisés Peñaloza) recibiendo los mensajes del más allá de su abuelo (Leonardo Daniel) y de su segunda madre (Gabriela Rivero) o de ese fantástico remate donde la producción se negaba a decirnos con quién se quedó Aurora (Natalia Esperón)?
Mis respetos para Jorge Salinas y Rafael Novoa. Quienes adoramos esto recibimos “carnita” para divertirnos, chismear y viborear. Lo de siempre.
¡Gracias, de veras, por esta aportación, especialmente ahora que vivimos tiempos oscuros!
TRAGEDIA
Atención amantes del gran teatro: tienen que ir a ver ya, pero ya, “La niña en el altar”.
¿Qué es esto? Revisionismo aplicado a la tragedia griega.
Seamos sinceros: los clásicos son el eje de nuestra forma de ser, pero no están exentos de misoginia, homofobia ni de otras expresiones de odio que hoy no podemos permitir.
En Irlanda hay una dramaturga que ha hecho una exitosa carrera actualizando mucho de ese material. Se llama Marina Carr y hace menos de tres años estrenó esto en Londres.
“La niña en el altar” es, palabras más, palabras menos, un coctel de las tragedias griegas que nos enseñaron en la escuela, partiendo de “Ifigenia”, pero con la visión de hoy.
El resultado es una bomba que confirma la grandeza de lo clásico pero llevándonos a conclusiones mucho más potentes.
Esto es un acontecimiento que coloca al teatro mexicano en una posición estratégica frente a lo mejor del teatro mundial que se está generando en la actualidad.
Y lo más hermoso es que la dirección de Enrique Singer está entonada en tragedia profunda haciendo que el espectador se sacuda como sólo ocurre en este género.
Por si esto no fuera suficiente, aquí tenemos a muchas de las mejores actrices y actores de nuestro país (y Cuba) entregándose con admirable maestría.
Vamos de Marina de Tavira a Emma Dib y de Alberto Estrella a Salvador Sánchez, más dos jóvenes talentosísimos: Yessica Borroto y Everardo Arzate.
“La niña en el altar” son dos horas y media de calidad garantizada, el gran inicio con el pie derecho de las actividades de la Coordinación Nacional de Teatro en el Teatro El Galeón, Abraham Oceransky. Prohibido perdérsela.