El escandaloso fenómeno de las telenovelas turcas en México

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Algunas personas me han estado preguntando por qué no critico las telenovelas turcas a los pocos días de que se estrenan en México.

Le voy a decir la verdad, porque salvo honrosas excepciones, carecen de valor periodístico.

Si esta fuera una columna especializada en telenovelas de ese país, perfecto, todas las semanas le tendría un reporte.

Pero no puedo dejar de hablar de otros asuntos que sí son nota para detenerme en estas producciones.

Por favor, no me malinterprete. Respeto mucho lo que se hace en Turquía y reconozco los valores de cada una de sus producciones, pero no se trata de criticar por criticar.

Se trata de escribir de lo relevante, de lo que esté generando cosas y, tristemente, ese no es el caso de este tipo de telenovelas.

¿Por qué? Seamos sinceros, porque las televisoras que las programan no lo hacen, porque en verdad estén interesadas en crear un puente entre México y esa hermosa nación.

Lo hacen porque las telenovelas turcas son baratas, porque recuperan en muy poco tiempo lo que se paga por ellas y porque resuelven la mayoría de las más grandes broncas de las parrillas de programación.

Por si esto no fuera suficiente, hay mucha belleza en sus hombres y en sus mujeres, y eso las vuelve particularmente atractivas para efectos de rating.

Mire, para no hacerle el cuento largo, las telenovelas turcas son hoy como eran las telenovelas mexicanas de antes.

¿Cómo? Productos ciento por ciento familiares que cuentan historias de amor muy básicas, pero llenas de enseñanzas morales y de valores familiares.

¿Entonces son melodramas light? No necesariamente.

Hablar del respeto hacia la mujer, hacia los ancianos y hacia los niños no está peleado con abordar los grandes temas sociales del momento como el abuso sexual y la violencia intrafamiliar.

Quiero que se detenga a pensar en esto que le acabo de decir porque representa un contradicción muy fuerte con lo que estamos grabando en México.

Mientras que el mundo apuesta por producciones cada vez más blancas para nutrir a la televisión abierta, ¿qué estamos haciendo los mexicanos?

Telenovelas con narcotraficantes, asesinos, violadores, desnudos, corrupción política, muerte, sangre, sexo, explosiones y muchas otras cosas peores.

Excluyendo dos o tres títulos, vamos exactamente hacia el lado contrario. Se nos acabó el amor.

¿A dónde se fueron aquellos romances legendarios que hicieron famoso a México en los cinco continentes como Los ricos también lloran, Tú o nadie, Carrusel, Corazón salvaje y Marimar?

¿Sabe dónde? A países como Turquía.

Es un tanto penoso que nosotros, que fuimos los campeones de la telenovela, ahora dependamos de otras naciones para surtir de telenovelas a nuestro propio pueblo.

¿Y sabe cuáles son las audiencias que más están consumiendo contenidos blancos?

Las juveniles, las que se supone que solo quieren ver violencia. Las que se supone que ya no miran la televisión.

Si no me cree, échele un ojo a Mi adorable maldición de Televisa.

Es el cuento de hadas más bobo del universo. ¿Pero sabe qué? Es un cañonazo de audiencia. Es como las telenovelas turcas. Y su público es básicamente de puros chavos. ¿Así o más clara la lección?

Detengámonos en los últimos dos melodramas que nos han llegado de Turquía: Elif que está en Imagen Televisión y Kuzey Güney que pasa por Azteca 13.

Elif es la historia de una niña buena, buena, buena a la que le pasa de todo en un universo de lugares comunes entre la bruja, el hada madrina y el sueño de un final feliz.

Kuzey Güney, además de que es el refrito de una miniserie gringa de hace muchísimo años, narra las aventuras de dos hermanos con apariencia y personalidades diferentes que luchan, entre otra cuestiones, por el amor de una mujer.

Si fueran melodramas mexicanos, a la niña de Elif no la bajaríamos de mensa y a los personajes de Kuzey Güney, de aburridos.

Pero como vienen de otra parte del mundo, nadie dice nada, hay respeto, hay aceptación.

¿A dónde quiero llegar? A la parte más triste de mi reflexión de hoy.

Algunas personas me han estado preguntando que por qué no critico las telenovelas turcas a los pocos días de que se estrenan en México no por ociosas.

No, es porque a pesar de las diferencias culturales, como los velos, y de las irregularidades del doblaje encuentran en ellas la credibilidad que la televisión nacional dejó detener hace ya un muy buen rato.

Nuestro problema ya ni siquiera se trata de regresar a una industria telenovelera familiar, se trata de que nos vuelvan a creer, de acabar con la desconfianza, de cumplirle a la gente.

Y eso solo se consigue a través de un proceso largo, constante y riguroso, de un proceso parecido al que Turquía ha construido hasta llegar hasta donde ha llegado.

¿Seremos capaces de imitarlo? ¿Tendremos la paciencia de esperar hasta consolidarlo?

alvaro.cueva@milenio.com

  • Álvaro Cueva
  • alvaromilenio5@gmail.com
  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
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