Cuando Ernesto Contreras dirige cine, quién sabe cómo le hace, pero nos toca el alma. Acuérdese de “Párpados azules”, de “Las oscuras primaveras” o de “Sueño en otro idioma”.
Sí me interesa mucho aclarar esto del cine porque Ernesto, paralelamente, ha hecho una carrera de lo más espectacular en el mundo de la series con propuestas muy exitosas y premiadas como “El Chapo”, “Falco” y “Belascoarán”.
Para no hacerle el cuento largo, mañana viernes 26 de mayo, este gran creador, orgullosamente mexicano, va a estrenar en Netflix “El último vagón”, su nueva película, y perdérsela sería un gran error.
¿Por qué? Porque más allá de que en los próximos meses se la va a pasar ganando premios por todos lados, le juro que es una gran experiencia.
No le voy a contar detalles para no arruinarle el “streaming” pero tenía mucho tiempo de no sentirme tan conmovido con una película mexicana.
“El último vagón” es un filme que narra las aventuras de unos niños frente a la vida, la muerte, el arraigo, la migración, el amor, el abandono, la magia y el destino, entre muchas otras cuestiones más.
¿Qué tiene esto de especial? Que acaba por convertirse en esa gran película sobre la resiliencia, la adaptación, la supervivencia y la gente que tanto amamos, que muchas personas estábamos necesitando.
Estoy enamorado de “El último vagón” porque rescata muchas cosas que el cine nacional perdió desde hace tiempo como su esencia popular, sus valores familiares y figuras tan importantes como la del maestro.
Si usted es profesora, profesor o tiene amigos o familiares que se dediquen a esto, tiene que avisarles para que no se la vayan a perder.
“El último vagón” es una excepción en la historia reciente del cine nacional. La pueden ver niños y adultos, pero también personas del campo y de la ciudad, gente pobre y gente rica. Es volver a lo que hizo grande a nuestro cine.
Por si esto no fuera suficiente, el reparto de esta cinta es una locura porque vemos a muchas inmensas figuras como Adriana Barraza, Blanca Guerra y Memo Villegas, pero haciendo lo que normalmente no hacen en las salas cinematográficas.
Adriana Barraza está como para comérsela a besos de tan grandiosa. Conecta desde el primer momento con los espectadores, apela a cosas mucho muy profundas de nuestras infancias y construye un personaje verdaderamente entrañable.
Blanca Guerra es una diosa que nos remite a lo que nos dejó en el alma cuando hizo “El imperio de la fortuna”, cuando hizo “Santa sangre”. Es una actuación verdaderamente especial.
Sobre Memo Villegas sólo voy a decir una cosa: siempre he creído que este señor es un actor monumental. Verlo aquí, en drama, tan sólido, confirma que no me equivoqué. ¡Qué interpretación!
Y qué interpretación la de los niños. No los pierda de vista porque estoy seguro de que muchos de ellos, como Kaarlo Isaac (Ikal), se convertirán en inmensas estrellas con el paso de los años.
Si en algo aprecia su corazón, luche con todas sus fuerzas por ver “El último vagón” a partir de mañana viernes 26 de mayo en Netflix. Y si puede, lea el libro. Le va a gustar. De veras que sí.