Qué cosa tan más maravillosa es “Las hermanas Guerra” de Netflix. La vi toda. ¡Toda! Y ahora sí puedo opinar como a mí me gusta.
Nos queda claro: ésta es la serie número uno de Netflix y es mexicana. Nos podemos deshacer en elogios. ¿Pero cuál es la nota? El escritor.
¿Por qué? Porque José Ignacio Valenzuela, mejor conocido como Chascas, creó una estructura dramática admirablemente revolucionaria, vertiginosa y compleja a partir de todos los lugares comunes de las telenovelas, para cautivar a las audiencias en tiempos de TikTok.
Lo que Chascas hizo en 2024, aquí, equivale a lo que el inmenso Carlos Olmos hizo con los falsos suspensos y las microescenas en 1986 con “Cuna de lobos”. Así. De ese tamaño.
Cualquier otra cosa es irrelevante. Y no lo digo porque la producción o las actuaciones sean malas. Lo digo porque no me quiero imaginar el infierno que fue grabar eso precisamente por los retos que implicó en términos de rodaje e interpretación.
¡Gracias, Netflix, por jugártela con algo nuevo! ¡Gracias, productores, por creer en la figura del escritor!
IMPORTANTE
Por lo que más quiera en la vida, no pierda la capacidad de asombro. Se acaba de estrenar la temporada dos de la serie “Ojitos de huevo” en Netflix y es, definitivamente, un acontecimiento monumental.
En serio. Entienda. Esto jamás se hubiera podido haber hecho en una televisora mexicana. Es mucho muy fuerte.
Estamos hablando de la segunda temporada de una serie cómica sobre personas con discapacidad, interpretada por gente con discapacidad, de verdad, que tiene tanto éxito que recibe el apoyo corporativo para crecer todavía más a nivel nacional y global.
Hasta hace muy poco tiempo esto hubiera sido imposible, una alucinación. Hoy es una realidad. Y muero de amor cuando veo a muchos de mis más grandes ídolos internacionales sumándose a esta propuesta y haciendo chistes sobre temas tan complicados como el embarazo y el aborto.
La temporada uno de esta serie estuvo genial. ¿Me creería si le dijera que la dos está mejor?
Le prohíbo que se pierda lo nuevo de “Ojitos de huevo” en Netflix. Búsquela. Pero, sobre todo, apréciela. Esto ya cambió. Cambió para bien.
DRAGAS
Vi el final de “La draga madrina” y quedó en mí una profunda sensación de dolor.
Le explico: uno de mis grandes sueños era que las grandes competencias drag pasaran, de las redes sociales (“La más draga”) y las plataformas (“Drag Race Mexico”) a la televisión abierta para que pudiéramos aspirar a un cambio social.
“La draga madrina” fue la versión Multimedios Televisión de estos “shows” pero, la verdad, salió peor.
Fue vergonzoso, fue sensacionalista, fue grotesco. Fue perder-perder. Yo diría, incluso, que a pesar de los momentos de doble moral, se mandaron preocupantes mensajes de odio.
¡Cómo se nota que esto se hizo no desde la perspectiva LGBT sino desde la del patriarcado, desde la de gente que no entiende ni quiere entender lo que está pasando, en términos sociales, en el mundo entero, hoy!
Ten cuidado con lo que sueñes porque tus sueños, en las manos equivocadas, se pueden convertir en pesadillas. Eso fue lo que sucedió aquí.
Sigamos gozando, bien, de las “dragas” en YouTube y en plataformas como WOW. Olvidemos “La draga madrina”. Olvidemos.