Los pésimos Emmy 2024

Ciudad de México /

Pocas cosas pueden ser más fáciles que hablar mal de los Emmys de este 2024. ¿Por qué? Conforme usted vaya leyendo este texto se va a ir dando cuenta.

Pero no. Voy a ser muy respetuoso. Amo a la academia que entrega estos premios y quiero comenzar mi columna de hoy haciéndole un reconocimiento público a todos los que trabajan ahí.

No cualquiera organiza dos ceremonias en un mismo año. ¿Se da usted cuenta de lo caro que es esto? ¿De todo lo que hay que mover? ¿De todo lo que hay que vender? ¿De todo lo que hay que convocar?

Por favor póngase a pensar en lo básico: las evaluaciones, las nominaciones, todo el tema de quién gana y quién, no.

A esto súmele garantizar las transmisiones, las premiaciones y las fiestas con todo lo que esto conlleva: asistencias, seguridad, vestuario, transporte, seguros, alfombras rojas, comida.

¡Es una locura! Y ellas y ellos, que venían de la pandemia y que se vieron obligados a hacer todo esto por la huelga de escritores del año pasado, lo hicieron, lo consiguieron, lo lograron.

Yo nomás por eso quiero ir a California y darles un abrazo. ¡Qué bárbaros! Tal vez en México, por la flexibilidad de nuestras industrias, estamos acostumbrados a resolver bajo cualquier esquema, pero allá no y a pesar de eso, resolvieron.

Hoy, como nunca, los admiro y los respeto. ¡Qué tamaño de institución es la Television Academy! ¡Qué manera de sacar la casta!

Entremos en materia: de todas las premiaciones que existen en Estados Unidos, la que más ha padecido los cambios políticos, económicos, sociales, culturales y tecnológicos ha sido la de los Emmys.

La razón es muy simple: la televisión, y sólo la televisión, es el gran espejo de la sociedad que la crea y que la consume.

El cine es eterno, la música es arte y podríamos estar aquí toda la semana debatiendo, pero donde se siente el pulso de las audiencias es en el día a día, en la televisión.

El gran problema de la televisión es que, aunque sigue existiendo, lo que las grandes corporaciones están privilegiando es el “streaming”.

Resultado: una catástrofe. Mientras que el Oscar sigue premiando lo mismo que premiaba cuando nació. Los Emmys, no. Se fueron para otro lado.

Un alto porcentaje de las series que consumimos en “streaming”, por ejemplo, no son series y al ser nominadas con ese nombre, le quitan el derecho de brillar a las series de verdad.

A mí se me parte el corazón cuando veo que por culpa de muchos de los contenidos cuyo formato todavía no tiene nombre de Netflix, MAX y Disney+, títulos “primetime” maravillosos de televisoras como ABC, CBS y NBC ni remotamente van a alcanzar a llegar a nada.

Para que entienda lo mal que están las cosas en la actualidad, si “Friends” fuera una comedia de estreno hoy, ni siquiera sería tomada en cuenta para una nominación. Pasaría inadvertida. Moriría perdida en la inmensidad de la nada.

¿A usted se la hace justo? Por supuesto que no. Por eso el Emmy ya no conecta con el público más masivo, porque se ha convertido en un premio sólo para los suscriptores de unas cuantas plataformas que aunque sean muy exitosas ni remotamente alcanzan a crear los fenómenos de la televisión tradicional.

No sé a usted, pero yo veía estos Emmys y me ponía a golpear el sillón de la impotencia. Para que entienda lo mal que está todo esto: ¿qué fue lo que hicieron los “genios” detrás de la ceremonia que vimos el 15 de septiembre?

Organizaron segmentos dedicados, entre otras figuras, a las grandes mamás, a los grandes papás, a los grandes policías y a los grandes entrenadores de la tele.

Fue precioso volver a ver a muchas de nuestras más amadas estrellas de títulos que millones de mujeres y que millones de hombres llevamos en el alma.

¿Cuántas de esas mamás, cuántos de esos papás, cuántos de esos policías y cuántos de esos entrenadores salieron de algún título diseñado para el “streaming”?

¡Ninguna! ¡Ninguno! ¡Todas y todos eran de la televisión!” ¡Abierta o de paga! ¡Pero de la televisión!

¿No les dio vergüenza reconocer toda esa grandeza y, al mismo tiempo, premiar exactamente a todo lo contrario? ¡Pues dónde tienen la cabeza! ¡Dónde tienen el corazón!

Urge que los miembros de la Television Academy se encierren y replanteen los Emmys porque se están equivocando y tarde o temprano van a perder algo más que sus “ratings”.

¿Cómo pueden nominar a “Shogun” para premios de serie de drama cuando objetivamente no es una serie sino una miniserie (“limited series”)?

¿Cómo pueden llamar comedia a “The Bear” que el concepto más dramático de los últimos años?

¿Con qué cara nominan producciones del “streaming” en esta fiesta que por definición es para contenidos que se transmiten en el “primetime” si lo que está en línea muchos lo vemos en la mañana y en la tarde?

¿Saben lo que está pasando? Que los estudios están haciendo lo que están queriendo con tal de llevarse un premio y no se vale.

Es una profunda falta de respeto para todas y todos que si yo sé que no tengo la posibilidad de ganar en Emmy metiéndome a drama, me inscriba a comedia y me vaya bien.

Es un error imperdonable que si yo sé que hice una miniserie (“limited series”) pero que si la meto a competir contra las demás no voy a ganar, me inscriba en serie y triunfe.

Por la mitad de eso, a Miss Universe se la llevó el carajo. ¡No! ¡No! ¡Y mil veces no! Quienes amamos la televisión no podemos permitir que estas cosas sucedan.

Necesitamos volver a los Emmys que premiaban lo que tenían que premiar, a los Emmys que conectaban con las audiencias, a los Emmys que significaban algo.

Y lo necesitamos no por románticos o por anticuados. Lo necesitamos porque un premio de verdad siempre es un estímulo para hacerlo mejor y si lo hacemos mejor, veremos cosas cada vez mejores y a todos nos irá mejor.

Por supuesto que el “streaming” es fundamental, que merece premios y todo eso, pero hay maneras para celebrar sus indiscutibles contribuciones sin demeritar lo otro, sin darle la espalda al público, sin quitarle la magia a la televisión. ¿O usted qué opina?


  • Álvaro Cueva
  • alvaromilenio5@gmail.com
  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
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