¿Se acuerda usted del megacañonazo nacional e internacional de “Madre de alquiler”?
Pues como que Netflix aprendió la lección y acaba de sacar otra historia que, sin caer en lo social, va por la misma línea.
¿Cuál? La de una telenovela corta, contemporánea (sin dejar las intensidades mexicanas), con un gran reparto de gente de diferentes generaciones y mucho rollo femenino.
Se llama “Pacto de silencio” y si lo suyo, como lo mío, son los melodramas seriados, será feliz de principio a fin.
Además, son sólo 18 capítulos. Le juro que se los va a devorar en dos o tres sentadas.
No le voy a vender trama para no arruinarle la experiencia pero esta historia de José Vicente Spartaro (“La doña”) adaptada por él mismo, Gennys Pérez (“Amores de mercado”), Miguel Ferrari (“Bolívar, el hombre de las dificultades”) y Yutzil Martínez S. (“La mujer de mi vida”) tiene todo lo que le gusta a los cibernautas.
Que si quieren alucinar con conflictos sociales como el embarazo adolescente, van a alucinar con conflictos sociales como el embarazo adolescente.
Que si quieren debatir sobre el acoso escolar, van a debatir sobre el acoso escolar.
La verdad es que en el caso de esta producción de Mar Abierto Productions, a diferencia de lo que ocurre con las producciones de Argos, lo importante aquí no es eso. Ni lo busque. Ni lo intente.
Lo valioso de “Pacto de silencio” está en su peculiar concepción de lo bueno y de lo malo, en qué personajes merecen ser premiados, y cuáles, castigados.
¿Por qué? Porque esto comienza de una forma muy ruda, en el odio, con una protagonista que por más que uno quiera, no puede ser positiva.
Pero conforme los capítulos se van presentando los valores cambian, todo se acomoda y al final aquello cierra bien, demasiado bien. ¡Ésa es la nota!
No la vea como vería una producción mexicana. Véala como si se tratara de una importación de Miami. Con actores de aquí, pero de allá.
Volvemos a la biculturalidad que caracteriza a los más grandes éxitos del “streaming” desde el año pasado.
Hablemos del reparto. Quisiera comenzar con Chantal Andere porque aunque su participación es especial, se roba la serie.
Es increíble su creación actoral. Más allá de que después de verla en este proyecto a nadie le queda la más mínima duda de que heredó toda la elegancia y la belleza de su madre, qué fuerza melodramática.
La señora está en su mejor momento. No hay manera de que cruce la pantalla y de que uno no la voltee a ver. El público le cree todo lo que dice, se contagia de todas sus emociones. ¡Es inmensa! ¡Felicidades!
Ahora vayamos con Kika Edgar, Adriana Louvier, Marimar Vega y Litzy, las protagonistas maduras. Sí, leyó bien. Ellas ahora son las maduras.
Yo no sé qué tanto crearon ellas y qué tanto las dirigieron, si gozaron o padecieron sus llamados ni nada de nada, pero me queda claro que las cuatro hicieron aquí lo que normalmente no hacen ni en televisión ni en otras series.
¡Enormes! Entonadas en telenovela, pero enormes. ¡Qué evolución! ¡Qué gusto!
Ahora déjeme escribirle un poco de la protagonista joven, de Camila Valero (“Desenfrenadas”)
Al principio, sí le batalló. No nos hagamos tontos. Y es que la presentación de su personaje, a fuerza de ser muy “jala-rating”, está llena de estridencias.
Pero conforme aquello se va ajustando, créame, Camila establece algo muy bonito que sí conecta con las audiencias más numerosas de la televisión y del “streaming”. Vale la pena que la vea.
Por el lado de los hombres, me quedo con Juan Manuel Rincón (“Senda prohibida”), Ricardo Abarca (“Welcome al norte”) y Martín Barba (“Señora Acero”), por mencionar sólo a algunos.
Luche por ver “Pacto de silencio” ya, pero ya, en Netflix. ¡Para que luego vengan y me digan que no hay futuro para las telenovelas! Le va a gustar. De veras que sí.