Querida Silvia Pinal:

Ciudad de México /

Por supuesto que estoy llorando tu muerte, ¿pero quieres que te diga la verdad? También estoy celebrando tu vida.

A diferencia de lo que normalmente pasa cuando muere una celebridad, yo me siento muy feliz porque estoy convencido de que te fuiste en paz, llena de amor, orgullosa, satisfecha.

Date cuenta de que hiciste todo lo que quisiste. No te faltó nada. Y todo lo que hiciste, lo hiciste bien, lo hiciste pensando en los demás, en el pueblo, en el público, en las mujeres.

Tú le diste clases de liberación femenina a las mexicanas desde la primera mitad del siglo XX, fuiste dueña de tu cuerpo, de tu sexualidad, te casaste con quien quisiste y fundaste una dinastía a prueba de todo.

Sobreviviste al peor de los dolores, a la pérdida de una hija. Pero, además, venciste la violencia de género y fuiste lo suficientemente madura, lo suficientemente de avanzada, para construir las mejores relaciones con tus exmaridos.

Amor con amor se paga y este amor que todas, que todos y que todes sentimos por ti en todo México y en todo el mundo, no es gratuito.

Es la respuesta a todo el amor que nos diste, a esa manera tan generosa como asumiste tu condición de figura pública, a esa transparencia con la que siempre viviste.

Porque tú, desde siempre, nos compartiste tu intimidad, interrumpías tu vida para tomarte una foto con quien te la pidiera, le dabas entrevistas lo mismo al líder de opinión más poderoso que a la jovencita más novata del portal más desconocido.

Todos los mensajes que nos diste tuvieron que ver con superación personal, con una invitación al estudio, con sororidad.

Y eras tan divertida. Comedia es inteligencia, pero en tu caso, más. ¡Qué manera de hacernos reír! ¡Qué manera de hacernos cantar! ¡Qué manera de hacernos bailar! ¡Llorar!

A ti nunca te dio miedo hacer telenovelas, ir de gira a los pueblos más pequeños, hacer televisión para los más necesitados, dignificar lo que otros, los que sólo te recuerdan por lo que hiciste con Buñuel, tanto desprecian.

Por eso te quiero dar las gracias por las fotonovelas, por los anuncios, por los desnudos, por los chistes, por los shows en los centros nocturnos, por las campañas de responsabilidad social. Por esas cosas, supuestamente pequeñas, que hablan de tu verdadera grandeza.

Mira, te lo voy a decir tal cual: cuando uno entra a las instalaciones de Televisa, lo primero que ve en la pared son tres cuadros. En uno está la Virgen de Guadalupe. En otro, don Ernesto Alonso. Y en el tercero, tú.

¡Más claro ni el agua! Tú eres la madre de esto. Tú estás en la posición artística, cultural, de espectáculos y del corazón que te mereces y en vida, así como lo diste todo, lo recibiste todo.

Nadie, absolutamente nadie, se olvidó de homenajearte cuando se pudo, de darte un premio, de ponerle tu nombre a un edificio. Desde el mismísimo Palacio de Bellas Artes hasta Los Metro pasando por Televisa, los Estudios Churubusco y quien tú quieras, gustes y mandes.

¿Ahora entiendes por qué te digo que me siento muy feliz por ti? Como tu hija Sylvia dijo en tu homenaje póstumo: Diste tu último suspiro rodeada de tu familia, rodeada de amor. ¡Tuviste la muerte perfecta!

Y por si esto no hubiera sido suficiente, la fiesta que te hicieron el sábado en Bellas Artes fue histórica porque tú, en contraste con Juan Gabriel, José José, Alejandro Luna, Carlos Monsiváis y Gabriel García Márquez, eres mujer.

¡Hasta en eso cambiaste las narrativas! Y sí, fue una fiesta, la fiesta a una madre, la fiesta a una estrella, la fiesta a una vida.

Perdón, pero no recuerdo ningún otro homenaje en Bellas Artes donde, ante un féretro, se cantaran lo mismo rancheras que boleros, ópera y lo más insólito de todo, canciones de teatro musical.

Fue divertidísimo. Fue emocionantísimo. Fue desgarrador. ¿Sabes por qué? Porque fue de a de veras. Cero poses. Cero falsedad.

Y ahí, tomadas y tomados de la mano, estaba tu familia al lado de una señora del público, muy pobre, que a pesar de tener problemas de salud fue a comprarte unas flores para llevártelas sin poder parar de llorar.

Y ahí, insisto, tomados de la mano, estaban nuestras autoridades con miembros del colectivo LGBT que se sabían de memoria los parlamentos de tus películas.

Tú nos uniste, mi Silvia hermosa. ¿Te das cuenta de lo que esto significa en un país que siempre ha estado tan dividido?

Gracias por unirnos. Gracias por divertirnos. Gracias por cultivarnos. Gracias por querernos, por cuidarnos. Pero, sobre todo, gracias por ser mamá, por ser mujer y por ser mexicana. ¡Gracias por todo! ¡Gracias por tanto!

Descansa en paz, querida Silvia Pinal. Que Dios te tenga en su Santa Gloria. ¡Bendiciones eternas para ti y para toda tu hermosa familia!

Con amor y respeto, Álvaro Cueva.


  • Álvaro Cueva
  • alvaromilenio5@gmail.com
  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
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