Hace seis años fui al teatro a ver “Straight”. Recuerdo que luché, literalmente, por un boleto.
¿Por qué? Porque el director era Manolo Caro, porque el reparto estaba integrado por Zuria Vega, Erick Elías y Alejandro Speitzer, y porque el texto, escrito por Scott Elmegreen y Drew Fornarola, era colosal.
El público nunca se equivoca y esta obra enloqueció a las multitudes.
¿Pues de qué hablaba o qué? Del clóset. ¿Del clóset gay? Sí. Del clóset gay, de los hombres cisgénero que no se atreven a decirle a los demás que son homosexuales.
Quiero que entienda lo que le estoy señalando. Hoy vivimos en un mundo mucho muy avanzado en términos políticos, sociales y de derechos humanos, hay más gente en las marchas del orgullo LGBT que en los desfiles oficiales y ni hablemos de lo que pasa a nivel medios, redes, empresas y universidades porque entonces sí no acabamos.
Ser gay ya no es tan “relevante”. ¿Cómo por qué a las audiencias les tendría que interesar ver una obra sobre el clóset?
Ahí está la nota: el odio hacia el colectivo LGBT no ha parado y sigue habiendo gente que, por diferentes razones, no sólo vive en el clóset, lleva una doble vida y engaña a su pareja con personas del mismo sexo.
“Straight” fue una puesta en escena maravillosa, muy “sexy”, triunfó en el Teatro Milán de la Ciudad de México y hoy jueves 21 de noviembre se estrena su versión cinematográfica en salas de todo el país.
¿Está buena? Sí. Muy buena. Y yo creo que le va a servir a muchas personas.
¿Para salir del clóset? No sé. Ésos son asuntos personales. Lo que sí sé es que a quienes vayan a verla les va a servir para conectar, para entender y para debatir.
No es lo mismo el clóset hoy a lo que fue en los años 2000, en los 80 o en los 60. ¿O sí?
No son lo mismo las relaciones de pareja hoy a como fueron para nuestros padres o para nuestros abuelos. ¿O sí?
Ahora, con las Apps para ligar, ¿es más fácil o más difícil vivir en el clóset? ¿Duele más o duele menos? ¿Duele o ya no duele?
Ahí está el conflicto. “Straight” va más allá de lo que parece. La pueden ver las personas del colectivo LGBT y darle una lectura, pero también la pueden ver mujeres y hombres heterosexuales, y darle otra.
No es una película gay. No es una película de nicho. ¿Sabe como qué es? Como los grandes filmes sobre obras de teatro tipo “Escenas de un matrimonio”.
Uno sabe que está viendo teatro en cine y, por lo mismo, la experiencia adquiere otra dimensión.
Por si esto no fuera suficiente, como son pocos personajes, es cine de cámara. Uno tiene la oportunidad de detenerse a ver qué hay detrás de cada secuencia, a ver qué hay detrás de cada interpretación.
Es fabuloso que Alejandro Speitzer, que en teatro le daba vida al “hombre joven”, ahora, en cine, sea el “hombre maduro”.
Bárbara López está espléndida. No puedo amarla más. Y el actor argentino Franco Masini es una revelación.
Me encanta que Franco esté aquí porque, independientemente de lo que significa para el público de otros países, enriquece los conflictos de esta pieza sumándole el choque entre las culturas de México y de Argentina.
Celebro la adaptación y la dirección de Marcelo Tobar porque, si bien no es tan famoso como Manolo Caro, evita por completo el melodrama y llena la pantalla de aportaciones estilísticas que no son comunes en este tipo de contenidos.
¿Como cuáles? Como un estudiadísimo manejo del color y la muy afortunada música de Rodrigo Dávila.
Hay escenas completamente en azul. Otras, 100 por ciento en naranja. Y funcionan. Y pegan.
Felicito, desde aquí, a todos los involucrados porque se la están jugando no sólo con una película mexicana que se estrena en salas comerciales frente a “Wicked”, van a molestar a muchas personas.
Quiero ver la cara de “las buenas conciencias” cuando miren esto. Quiero ver la reacción de los activistas LGBT cuando escuchen lo que les van a decir aquí.
Luche con todas sus fuerzas por ir a ver “Straight” al cine. Véala. Coméntela. Hágale escándalo para que funcione igual que la obra de teatro. Le va a gustar. De veras que sí.