Generación de cristal. Me la paso leyendo y escuchando a muchísimas personas que no paran de quejarse de los jóvenes de hoy.
¿Por qué? Porque no aguantan nada, porque de todo se quejan y porque son unos exagerados especialmente ahora, en tiempos de COVID-19.
Bueno, ya, el colmo, en la cúspide del horror ya no los llaman generación de cristal, les dicen generación de mazapán.
¿Por qué le estoy escribiendo esto? Porque el lunes 20 de septiembre el grupo BTS se presentó en la Asamblea General de la ONU.
¿Y? ¿Quién es BTS? ¿Qué tiene que ver esto con esta generación tan delicada? ¿Qué tiene que ver con México?
BTS es una “boy band” coreana. Como los “Backstreet Boys”, pero de la República de Corea.
Lo he dicho en muchas ocasiones y lo sostengo: BTS son los nuevos Beatles. Así de gigantes. Así de revolucionarios.
¿Entonces por qué no los escuchamos todo el tiempo en la radio como ocurría con aquella legendaria banda británica?
Por una muy preocupante combinación de racismo y corrupción. No nos hagamos tontos, de este lado del mundo hay muchas personas que rechazan a los asiáticos y en la industria radiofónica de antes se sobornaba a los programadores para que convirtieran en éxito cualquier cosa.
BTS es el ejemplo más claro de la grandeza de Corea. Son siete muchachos que cantan, bailan, conducen, modelan, escriben y componen.
Son auténticas estrellas que, además, han sido capacitados por grandes maestros que los han ayudado a desarrollar todos y cada uno de sus talentos.
Por lo mismo, hablan otros idiomas y, lo más importante de todo, tienen un discurso.
Los chicos de BTS son inteligentes y de una manera admirable, aprovechan su fama para invitar a las multitudes a reflexionar sobre los grandes temas sociales de la humanidad, comenzando por la inclusión.
BTS canta algo que a nivel internacional se conoce como K-Pop, la música pop de Corea. Son el grupo que más ha vendido en la historia de ese país y, como seguramente usted sabe, se han presentado en los más poderosos eventos de la industria musical de Estados Unidos e Inglaterra.
Los señores de BTS son tan buenos y dominan de una forma tan contundente el “poder suave” que el presidente de la República de Corea los nombró “enviados presidenciales para las generaciones futuras y la cultura”.
Ver a BTS en la Asamblea General de la ONU el lunes pasado fue como si John Lennon, Paul MacCartney, George Harrison y Ringo Star hubieran estado ahí en la segunda mitad de los años 60.
¿Se imagina lo que los Beatles no hubieran dicho si hubieran podido entrar ahí? Bueno, eso fue lo que los integrantes de BTS dijeron y fue precioso.
En el marco de la presentación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de 2021 (SDG Moment), estos embajadores de Corea pusieron en su lugar a todos los que están acusando a los jóvenes de ser, palabras más, palabras menos, la generación de mazapán.
Con una sabiduría admirable, aclararon que los jóvenes de hoy no son una generación perdida y que si algo los caracteriza es que están abiertos al cambio.
Lo invito a buscar el discurso completo de BTS, a escuchar con atención su música y a que de una buena vez por todas deje de atacar a los jóvenes.
Llamarlos generación de cristal o de mazapán no sólo es increíblemente ignorante, es discriminatorio.
Ya hubieran querido muchas generaciones de mujeres y de hombres haber tenido la mitad de la entereza que tienen las muchachas y los muchachos de hoy.
Ellas y ellos no sólo son capaces de sobrevivir a una pandemia y de cambiar su vida entera para trabajar y estudiar a distancia, no se dejan.
Si las adultas y los adultos de hoy no se hubieran dejado cuando eran jóvenes, no tendríamos el odio, el racismo, el clasismo, la misoginia, la homofobia, la pedofilia, la trata de personas, la corrupción, la infodemia, el cambio climático y mil y un horrores más que tenemos en la actualidad.
Las y los jóvenes de 2021 son la manifestación más alta, más rica y más valiente que jamás ha existido de la humanidad como especie. Ya basta de atacarlos. Ya basta de menospreciarlos.
Etiquetar a una o a un joven de hoy por escuchar K-pop, por ser feminista o por quejarse a través de las redes sociales es tan decadente como cuando nuestros padres y nuestros abuelos atacaban a los jóvenes de los 60 y los 70 por escuchar rock, por traer el pelo largo o por editar publicaciones de protesta.
No estamos en competencia generacional. No repitamos los errores de nuestros ancestros. ¡Basta!
Gracias, BTS, por haber puesto este tema fundamental sobre la mesa. Gracias, Corea, por invertir en la cultura pop.
Ojalá que algún día México entienda la importancia del “poder suave”, que nuestros empresarios vuelvan a crear grupos musicales de alto impacto y que vuelvan a atender a nuestras y nuestros jóvenes hasta que llegue un día en que el Presidente nombre a una “boy band” su embajadora y que sus integrantes triunfen en la ONU. ¿Se imagina?
Álvaro Cueva