Si quieres que las cosas cambien, déjaselas al espectáculo (no a la política) y para muestra basta un botón: “Barbie”.
Esta poderosa película estadounidense ha conseguido, en unos cuantos días, lo que años de campañas sociales no pudieron.
¿Qué? Feminismo, inclusión, respeto. A ver si de una buena vez por todas te va quedando clara la relevancia del poder suave.
Vámonos por partes para que entiendas lo que está pasando aquí y no, no te asustes. No te voy a platicar la película.
Barbie es una muñeca que nació con todo para convertirse en el peor objeto de odio del universo. Promovía puras cosas horribles: el racismo, la dismorfia, el machismo, la frivolidad.
Ya casi nadie se acuerda, pero Barbie tardó mucho en llegar a México porque no teníamos Tratado de Libre Comercio. Antes de que se comenzara a hacer aquí, teníamos nuestra Bárbara Lilí.
Para no hacerte el cuento largo, atrás de la muñeca Barbie hubo gente verdaderamente brillante que no sólo se dio cuenta de lo que estaba pasando: tuvo la humildad para corregir.
Y a pesar de los riesgos económicos, Barbie cambió sus estrategias de comunicación y de mercadotecnia hasta transformarse en una oda a las máximas causas sociales.
Barbie se convirtió en un emblema del empoderamiento femenino, de la inclusión, del “body positive”, del respeto a las personas con discapacidad, de las causas LGBT y de muchas otras cuestiones igual de maravillosas.
Dejó de ser un simple juguete para transformarse en el más grande homenaje que las más importantes celebridades podían recibir.
Barbie se convirtió en arte, en cultura, en una superheroína con algo que casi nadie quiso ver: diversión.
¿Puede haber algo más perfecto que la suma de todo lo que te he mencionado con el elemento diversión? Si no me crees, acuérdate de la “actuación especial” de Barbie en “Toy Story”.
Ahí había algo, algo tan importante o más que lo que Pixar nos propuso en aquel entonces. ¿Pero qué hacer con eso? ¿Cómo se convierte una muñeca en cine?
Tuvieron que pasar muchos años para que la brillante Greta Gerwig tuviera la respuesta a través de esta magistral película.
“Barbie” es la solución a los problemas del mundo. “Barbie” es la paz que estábamos buscando, el símbolo en el que necesitábamos creer, la figura que durante años estuvimos esperando para unirnos sin importar nuestras diferencias.
Es nostalgia, pero es presente. Es infancia, pero también es madurez. Es pasado, pero también es destino.
¿Pero sabes qué es lo más fabuloso de todo? Es mujer.
¿Cuándo una mujer había sido capaz de conmover así a la humanidad entera? ¿Cuándo, una película, había conseguido esto? ¿Cuándo, una muñeca?
Tú, como yo, lo estás viendo. Los cinco continentes se están vistiendo de rosa para celebrar a “Barbie”.
Tenemos comidas, bebidas, colecciones de ropa, gente que se “disfraza” para ir a gozar de esta experiencia en los cines sin importar edad, orientación sexual, expresión de género, color de piel, nivel socioeconómico, tipo de cuerpo ni nada de nada.
Barbie no es Disney, no es DC, no es Star Wars, no es Tranformers, no es Harry Potter. Barbie sólo es Barbie. ¡Pero qué Barbie!
Aquí está pasando algo nuevo, algo fundamental, algo en lo que necesitamos profundizar, sobre lo que necesitamos aprender, especialmente los políticos.
¿Por qué? Porque si Barbie consiguió cambiar la narrativa, ellos también podrían. Porque si Barbie fue tan humilde como para burlarse de ella misma, corregir y aportar, ¿qué le impediría a ellos hacer lo mismo? ¿O tú qué opinas?