Querida Carmen Salinas:

Ciudad de México /

Yo, como todo México, estoy rezando por ti. ¿Sabes por qué lo hago? Porque, como millones de personas en todo el mundo, te amo, porque eres alguien importante en mi vida, porque te llevo en el corazón.

Escribo esto mientras estás en terapia intensiva. Escribo esto pidiéndole a Dios que despiertes, que lo leas y que te sientas feliz.

¿Sabes? Tú no eres una estrella más del espectáculo mexicano. Tú eres alguien mucho muy especial.

Comenzaste de otra forma, explotando otros talentos, trabajando de manera muy directa con el pueblo.

Eso te colocó en un pedestal y te permitió hacer lo que nadie más hacía: dirigir todo tu talento cantando, todo tu talento bailando, todo tu talento actuando hacia el arte de la imitación.

Por si esto no fuera suficiente, para hacer lo que tú hacías se necesitaba algo que no cualquiera tenía: inteligencia.

Por eso eras capaz de hacer humor político, por eso podías combinar lo más superficial con lo más profundo.

Y hay algo que jamás te terminaré de aplaudir: tu incursión en el cine de ficheras.

Nadie como tú para triunfar en el contexto de las sexycomedias. Nadie como tú para tener éxito ahí, y en el teatro de revista, y en el teatro tradicional.

¿Te das cuenta de la trayectoria que construiste? A ti, a diferencia de otras actrices, no te inventaron ni el cine ni el teatro ni la televisión. Tú inventaste una parte fundamental del cine, del teatro y de la televisión.

Por eso nunca te vimos como veíamos a muchas de las figuras de tu generación. Tú estabas aparte, creando tu leyenda y, lo más bonito de todo, sin dejar de atender a las audiencias más humildes.

Fue muy hermoso cuando llegaste a las telenovelas porque a todos los que ya te adorábamos, le sumaste una nueva generación que te empezó a ver como una figura materna.

Ahí fue donde todo cambió. Te volviste telenovelera sin haber sido telenovelera. Toda esa industria que durante décadas te despreció por no encajar en los estándares de belleza que manejaba, se arrepintió y te integró como no lo había hecho antes.

¿Y qué me dices de “Aventurera”? Cambiaste la historia del teatro mexicano. Así, para acabar pronto.

Te he entrevistado tantas veces en tantos momentos y en tantos lugares, que ya perdí la cuenta, pero jamás olvidaré las conversaciones con “El Chato” Cejudo ni ese momento de gloria en que te volviste diputada.

Tú me dijiste algo, para Milenio, que hasta el día de hoy no dice ningún político: que estabas para ayudar. Que si te pedían medicinas, tú las conseguías. Que si te pedían sillas de ruedas, tú las regalabas.

Siempre has sido así: amorosa, generosa. Siempre has opinado de todo: de chismes, de política, de futbol. Te conozco tantas historias de tantas personas a las que has ayudado, que jamás acabaría de mencionarlas.

Carmen: gracias por ser quien eres, por habernos dado tanto, por habernos querido tanto, por habernos cuidado tanto, por habernos alegrado en los momentos más oscuros, por haber sido nuestra figura materna cuando más lo necesitábamos.

Carmen, mi querida Carmen: que Dios te bendiga y te permita despertar para que volvamos a bailar juntos, para que volvamos a celebrar la vida, a celebrarte. Mientras llega ese momento, rezo por ti y abrazo con fuerza a tu familia.

Con todo mi amor, Álvaro Cueva.

Álvaro Cueva


  • Álvaro Cueva
  • alvaromilenio5@gmail.com
  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
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