Hace un par de días se transmitió en YouTube un episodio más de la nueva temporada del “reality show” mexicano “La más draga”.
En una de las dinámicas se hizo referencia a La India María. Alguien lo vio, se ofendió, los subió a Twitter y el tema se volvió viral.
Una nueva generación “descubrió” que este personaje creado por María Elena Velasco “promueve” el racismo, el clasismo y, “por supuesto”, representa una falta de respeto para nuestros pueblos originarios.
Me interesa mucho que reflexionemos sobre esto porque más allá de cualquier preferencia personal, es representativo de un fenómeno que tenemos que poner sobre la mesa si aspiramos a conservar la cordura.
Quiero pensar que las personas que comenzaron este escándalo en las redes sociales son chicos bienintencionados que lo único que querían era promover el respeto entre todos los que vivimos en este país.
Le juro, quiero pensar eso porque en este “negocio” de las redes sociales son muy comunes las patologías de todo tipo.
María Elena Velasco era una mujer excepcional, culta, experta en música clásica, ballet y discípula de algunos de los grandes maestros de la dramaturgia mexicana como Hugo Argüelles.
Ella sabía que la comedia es un género de una inteligencia profunda, capaz de poner en escena muchos de nuestros peores vicios sociales, de hacer crítica y de provocar algo en el interior de las personas a través de la risa.
Así fue como inventó a La India María en un momento muy específico del Siglo XX.
A lo mejor a usted no le tocó o ya no se acuerda, pero era cuando a ciertas mujeres de origen humilde, campesino o indígena, se les decía “Marías”.
Las Marías eran invisibles en el espectáculo mexicano. Créame, era impensable que se les mencionara en aquellos medios de comunicación donde los únicos que podían salir eran los “güeritos”.
María Elena Velasco, a través de sus sketches, de sus películas y de sus apariciones en teatro y televisión, les dio un lugar.
Contrariamente a lo que se estuvo diciendo en las redes sociales, era un lugar protagónico, positivo, lleno de virtudes.
Atacar a La India María por promover el odio a las comunidades indígenas es tan penoso como condenar a Cantinflas por faltarle al respeto a la gente sin discurso, como maldecir a Tin Tan por burlarse de los pachucos o como satanizar a La Guayaba y La Tostada por ridiculizar a los alcohólicos.
Una de las tendencias mundiales más peligrosas de la comunicación actual es esta lamentable competencia por ver quién es más bueno que los demás tratando de corregir modelos sociales aprovechándose de la falta de referentes y censurando obras de autores que ya no se pueden defender.
Si tantas ganas tienen nuestros jóvenes de cambiar al mundo, de modificar los discursos y de impedir que se sigan difundiendo ciertos mensajes, ¿por qué no critican los contenidos de hoy, dichos por los personajes de hoy y distribuidos por los medios y las redes de hoy?
¿Por qué, antes de castigar específicamente a los comediantes, no se informan de lo que hay detrás de este género?
¿Hasta dónde, detrás de estos falsos debates, no hay más odio, más protagonismo y más ignorancia que sobre el objeto al que supuestamente se está perjudicando? Se lo dejo de tarea.
alvaro.cueva@milenio.com