Groucho Marx lo decía de manera genial: “Esos son mis principios y si a usted no le gustan… tengo otros”. Ahora bien, también podríamos ponernos serios y citar a Michel Foucault y Jürgen Habermas para explicar cómo funciona el engaño discursivo y el manejo lingüístico en política para hablar de control y poder, de la manipulación de la verdad y, de manera ineludible, de la legitimidad política. Lo cierto es que, porque así se ha presentado la coyuntura, porque las cosas no han salido como querían o por lo que sea: en la 4T, como se dice una cosa se dice la otra.
El doble discurso es siempre una distorsión en la comunicación, pero también es una herramienta poderosa para apaciguar audiencias, sectores y pueblo. Ajustar los dichos a lo que acomode y confiar en que la convicción al decirlo suene tan sincera que la gente no se dé cuenta. A eso le apostó nuestra Presidenta cuando la semana pasada dijo que Beatríz Gutiérrez Müller tiene derecho a pedir la nacionalidad española si así lo desea. Más allá de que lo que dice es verdad, el tema es que ese no es el punto. El problema es la congruencia, el doble discurso.
Durante años el ex presidente solicitó que España pidiera una disculpa pública a México por la Conquista. La primera vez que lo hizo fue en 2010 como candidato, pero el tono y las formas se fueron tensando al llegar a la Presidencia y conforme se acercaba el 500 aniversario de la caída de Tenochtitlán en 2021. En todo ello, su esposa Beatriz desempeñó un papel clave y activo, al punto que fue ella misma quien redactó la carta en la que se le exigía al rey Felipe VI la disculpa.
España no contestó. El revisionismo histórico y la iconoclasia simbólica fueron considerados por muchos como actos injustos, polarizantes y aún más: como insultos. Fue entonces que López Obrador decretó una “pausa” en las relaciones que, hasta la fecha, nadie ha levantado. De ahí que la solicitud de nacionalidad española por parte de Gutiérrez Müller sea una delirante incoherencia.
Lo que resulta aún más terrible es que no es algo nuevo. De manera periódica estos actos de amnesia ideológica, ética, de valores o principios se repiten dentro de la 4T. Ahí tiene usted los viajes en helicóptero del líder de los diputados, Ricardo Monreal, quien primero dijo que lo seguiría haciendo y luego que siempre no, porque debía ser “un ejemplo para la sociedad”, según dijo de manera muy sentida. O el líder de los senadores, Gerardo Fernández Noroña, quien después de salir en una foto mintió y dijo que no volaba en primera clase, pero luego que sí y que él lo había pagado, lo cual no era el punto. El tema es que son ellos los que se imponen las reglas y ellos mismos los que las rompen, de ahí el doble discurso. No mentir, no robar, no volar en helicóptero…
El colmo fue el Consejo Nacional de Morena, donde se prohibió todo lo que ellos mismos hacen: actos anticipados de campaña, nepotismo, uso de vehículos blindados o cualquier tipo de extravagancia. Doble discurso hasta en los estatutos del partido.
Y ya ni para qué hablamos de la visita de la secretaria de Morena a Cuba para firmar un acuerdo de “cooperación”. Antes de profundizar en lo que la 4T busca en Karl Marx, regresemos a Groucho Marx, que hace siempre mucha más gracia.