El mini desafuero

Ciudad de México /

Si uno camina hacia atrás observando con atención la ruta de lo vivido, descubrirá que el camino nunca fue recto, siempre hay cruces en donde se tuerce de manera caprichosa la vereda. Algunos tan sutiles que pasan inadvertidos. Una carta que se olvida, un auto que no arranca, un instante de furia que no se apaga. Esos que pudieron no haber sucedido, pero que al hacerlo, cambiaron el rumbo de lo que se consideraba un destino escrito. ¿Y si en lugar de haberme quedado esa tarde, me hubiera ido?, ¿y si el anillo hubiera caído al río, como en aquélla famosa película, en lugar de golpear en la reja de hierro y rebotar al suelo?, ¿y si hubiera dicho que no?, ¿y si hubiera dicho que sí?, ¿y si el Presidente le hubiera abierto a la senadora Xóchitl Gálvez aquella mañana que tocó a la puerta de Palacio?

Meses pensando que la historia de la sucesión estaba escrita, que la oposición se había quedado dormida, que la decisión estaba tomada o, en el mejor de los casos, que estaría entre dos cuando, de pronto, el Presidente se olvidó de su propia historia y la repitió, dando un vuelco a la elección.

Xóchitl Gálvez, política combativa, reconocida como honesta y valiente reclamaba porque el Presidente le había levantado un falso: ella se había pronunciado a favor de los programas sociales y un juez le concedió el derecho de réplica en la Mañanera. Días antes, con amparo en mano, le aseguró al Presidente que sería respetuosa y que solo quería aclarar la verdad. No le abrieron. No la dejaron entrar. El Presidente no le daba espacio en su “diálogo circular” a una senadora, a una ciudadana.  Algo así como un mini desafuero. ¿Habría olvidado el Presidente su propio desafuero?, ¿olvidó cómo la gente lo abrazó y protegió de un poder presidencial desproporcional?, ¿cómo creció su popularidad? Una de dos: o no la midió bien y pensó que la podía manejar como a Silvano Aureoles dando lástima durante cuatro horas sentado en su banquito de plástico rojo esperando a que lo recibieran, o le dio miedo una política capaz de encadenarse a una silla del Senado para evitar una acción hoy catalogada de inconstitucional. ¿Una política capaz de hacer cosas que él mismo hubiera hecho?

Lo cierto es que hoy la historia es otra. Dio una vuelta inesperada el sendero. No fue la oposición la que despertó, fue la gente. Los que no tenían en quién creer, la encontraron. Era Claudia, pero hoy es Xóchitl. Una mujer con notas entrañables en su biografía: de origen indígena, vendía gelatinas y sufrió abuso de su propio padre. Con pensamiento de izquierda y que gracias a su esfuerzo pudo estudiar ingeniería en la UNAM y crear una exitosa empresa que la llevó a ocupar una secretaría de Estado. Una mujer que en una semana logró lo que nadie hubiera imaginado: llenar de emoción la contienda, tanto, que de seguro hasta el mismo Presidente la preferiría de candidata.

El tema es que con el entusiasmo que se levantó muchos dicen que serán dos las mujeres en la boleta. Se equivocan. Si Xóchitl gana el proceso ella será la única mujer en la disputa, ya que de llegar Claudia no será una mujer la que gobierne, sino un hombre: el Presidente.

¿Qué pensará hoy nuestro mandatario? ¿Debí haberle abierto la puerta? Demasiado tarde. Le abrió la puerta de par en par.


  • Ana María Olabuenaga
  • Maestra en Comunicación con Mención Honorífica por la Universidad Iberoamericana y cuenta con estudios en Letras e Historia Política de México por el ITAM. Autora del libro “Linchamientos Digitales”. Actualmente cursa el Doctorado en la Universidad Iberoamericana con un seguimiento a su investigación de Maestría. / Escribe todos los lunes su columna Bala de terciopelo
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