Hay una costumbre instintiva —quizá primitiva—, que se repite cada fin de año: hacer la contabilidad simbólica de lo vivido. Aquel fue un buen año. Este fue terrible. Qué aprendimos, qué perdimos, qué se nos escapó de las manos y qué —si acaso— nos quedó. En mi caso, busco año con año la imagen que retrata lo vivido y la frase que lo resume. Entender en dónde nos detuvimos y, con suerte, intuir hacia dónde caminar en el año que comienza. Un punto de llegada y un punto de partida. Una brújula mínima antes de empezar.
Con esa idea y ese sentimiento presenté la semana pasada la imagen del año. Una imagen vacía: la concentración convocada por nuestra Presidenta en el Zócalo para celebrar los siete años de su partido en el poder. Vacía porque en el fondo no decía nada. Porque eran demasiados acarreados posando para una foto supuestamente espontánea. Por todo lo que hay que lamentar, más allá de lo que se celebra y, por lo mismo, aunque hubiera tenido el doble o el triple de participantes, sus motivaciones la hubieran hecho sentir igual de vacía. No faltaba gente, faltaba verdad.
Con la frase del año pasa algo parecido o quizás aún más lastimoso. No es que la frase de este 2025 esté vacía, sencillamente que, la frase es mentira.
“En siete años Morena no ha tenido ni un caso de corrupción. No le hemos fallado al pueblo”. La bestial mentira es de Luisa María Alcalde, presidenta de Morena, y fue pronunciada con tal serenidad que, precisamente por eso, se convirtió en la frase del año 2025. Superó a otras iguales de potentes como: el “Amo los aranceles” de Donald Trump o el reiterado “No habrá impunidad” de nuestra Presidenta.
Desde hace años, el discurso oficial opera bajo una lógica performativa: la convicción de que decir algo basta para que se vuelva real. “Nosotros no somos como los de antes”. “El ex presidente está retirado y solo escribe libros”. Frases difíciles de creer, pero que, en el fondo, uno tiene tantas ganas de que sean ciertas que apuesta por concederles el beneficio de la fe. ¿Por qué no? El ex presidente pudo no haber pedido que se protegiera a su hermano Adán … quién sabe… quizá… en una de esas… difícil… nah, seguro sí lo pidió.
La pregunta no es si hay o no corrupción, sino qué tipo de corrupción se decide olvidar ¿la menor o la de antología? ¿La del funcionario con perfil de raterillo o la de Segalmex, dos veces más grande que el Fobaproa? ¿El huachicol fiscal? ¿El fraude más grande de la historia del país? ¿En qué lugar de su cabeza guarda la presidenta de Morena tanto hidrocarburo y aceite para poderlo borrar de su memoria? Pobre mujer, debe tener los lóbulos cerebrales ennegrecidos de tanto vivir sumergidos en petróleo.
Esto es a lo que hemos llegado. El punto en el que el año nos ha dejado. La tranquilidad institucional de saber que una mentira puede convertirse en verdad si suficientes personas necesitan que lo sea. Votantes exhaustos de justificar su voto, dispuestos a todo.
Frente a este panorama, ¿cuál es nuestro punto de partida para el año que comienza?
Celebrar, ¿qué más? ¡Feliz Año! Comer uvas. Un par de kilos y con suerte, alguna de esas uvas, al morderla, logra por fin convertirse en verdad.