La imagen del año está vacía

Ciudad de México /

De todos las imágenes que este año se nos quedaron alojadas en el cuerpo —fijas en la memoria, atoradas en la garganta, comprimidas en el estómago, clavadas en el corazón, o navegando en el alma— hay una que destaca por una anomalía puntual: es una imagen que por sí misma no dice nada y precisamente por eso, es la imagen del año 2025.

Una imagen trillada, mil veces vista y capaz de ser confundida con otras muchas similares: el Zócalo lleno con más acarreados que convencidos, en la celebración que la Presidenta convocó por los siete años del triunfo de Morena el seis de diciembre.

Dicen que reunieron 600 mil personas. Pudieron haber sido un millón y habría dado exactamente lo mismo. Quienes caminan a ras de banqueta no saben —ni necesitan— contar cabezas desde el aire. Cualquier cifra hubiera resultado igual de irrelevante. A final de cuentas, esos números no nos pertenecen. Es a ellos a los que les suman o les restan.

Lo singular de esta foto es que, incluso si hubieran sido millones, seguiría siendo una imagen vacía.

De ahí que lo relevante de esta imagen no sea lo que retrata, sino los motivos para hacer la foto. ¿De cuándo acá se celebran siete años de la llegada de un partido al poder? ( ¿O tal vez sí y por eso hizo tantas fiestas similares en el Zócalo el PRI?).

Más conocidos son los siete años de mala suerte que nos deja un espejo cuando se rompe. En la Antigüedad se creía que el espejo reflejaba el alma y no solo la apariencia. Romperlo significaba quebrar la imagen del individuo frente a los otros: una herida simbólica que requería siete años para restaurar el orden roto. ¿Habrá algo de eso aquí? ¿A alguien se le rompió su propia imagen frente a la gente?

Los meses antes de la celebración fueron difíciles. Trump, los aranceles, el estancamiento de la economía, los desaparecidos, la extorsión, los millones de mexicanos sin acceso a la salud y —también hay que decirlo—los millones que salieron de la pobreza. Pero la gota que derramó el vaso fue el asesinato del presidente municipal de Uruapan, Carlos Manzo. El hecho puso en entredicho el sistema de seguridad y el humanismo del Gobierno: el alcalde había pedido ayuda para combatir la delincuencia y en un alarde de indiferencia, se le negó.

El reclamo fue tremendo: el más grande en la historia de este Gobierno. Protestas en redes, jóvenes exigiendo, indignación acumulada. De ahí la convocatoria a la llamada “Marcha de la Generación Z”. Las alarmas se encendieron. Al grado que la propia Presidenta intentó diversas estrategias para contener la indignación: negar los hechos, culpar a la oposición, invocar de nuevo a los buitres carroñeros, minimizar la convocatoria a la marcha y culpar al propio muerto. Nada funcionó. La marcha —aunque pequeña— se llevó a cabo. Las consignas en contra se gritaron y la foto de Manzo con su hijo en brazos se convirtió en la verdadera imagen del año.

Fue entonces que surgió la idea: mostrar músculo cuanto antes en el Zócalo. ¿Cuándo? El seis de diciembre. ¿Con qué motivo? ¿Qué se celebra el seis?

¡El día de la Constitución de España! —seguro advirtió horrorizado alguno—.

Háganse los despistados —debió revirar otro— solo digan que es para celebrar los siete años que llevamos en el poder.


  • Ana María Olabuenaga
  • Maestra en Comunicación con Mención Honorífica por la Universidad Iberoamericana y cuenta con estudios en Letras e Historia Política de México por el ITAM. Autora del libro “Linchamientos Digitales”. Actualmente cursa el Doctorado en la Universidad Iberoamericana con un seguimiento a su investigación de Maestría. / Escribe todos los lunes su columna Bala de terciopelo
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