Lo que todavía nos falta

Ciudad de México /

¿Se ha fijado que cuando un gran pleito sucede, la última frase que se pronuncia suele resultar avasallante? Los dimes y diretes pueden ir y venir sin tregua: crueles, reveladores, mezquinos y, a pesar de todos los adjetivos con los que los quisiera definir, me quedaría corta para calificar ese último. Los enfrentados se han dicho de todo y, sin embargo, falta esa última estocada que deja a uno de los dos sin aliento. Se trata de algo para lo que los seres humanos tenemos una conciencia especial. Una especie de conciencia de final. Y es que si están señaladas para ser las últimas palabras que uno vaya a pronunciar, una conciencia de final decide que serán las más memorables. Como las de un libro, las de una película o las de toda una vida. El pretexto de un telón. Pasa lo mismo con un beso de despedida. Largo y citable “aquel último beso a oscuras”. Una renuncia, un definitivo sí, un no irrevocable.

Es por esta conciencia de final que me inquieta y preocupa esta semana. ¿Qué más puede hacer el Presidente en estos últimos ocho días que le quedan al mando del país? ¿En serio me lo pregunta?

Después de los resultados de la elección, muchos se preocuparon por la famosa “ventana de septiembre”, el mes en que nuestra nueva presidenta todavía no habría asumido el cargo, pero nuestro actual Presidente tendría la mayoría en las cámaras para hacer lo que le diera la gana. Algunos dudaron que esto sucediera, pensaron que habría prudencia, espacio para darle fuerza y presencia al nuevo gobierno. Si la mayoría ya la tenían ¿por qué no esperar a que la nueva presidenta lo hiciera a su modo y en sus tiempos? Porque no. Ahora sabemos que esa ventana es más grande de lo que nadie imaginó. A través de ella se han arrojado cosas preciadas, inmensas. Bueno sería saber dónde cayeron por si algún día necesitamos ir a recogerlas.

Ocho días. ¿No decía así una voz de ultratumba que llamaba por teléfono a la víctima para anunciarle lo peor en una película de terror japonesa? No, ya me acordé, esa decía “siete días” y luego una niña de pelo largo se arrastraba desde un pozo para atravesar de la televisión a la realidad. Mañana serán siete días.

En esta apremiante conciencia de final que perseguirá a nuestro Presidente en esta última semana ¿buscará nuestro mandatario echarle más leña a su legado? ¿El legado es solo lo que se hace o también lo que no se hace o lo que solo se dice? ¿Los legados se echan a perder? ¿Cuántas cosas se pueden hacer en ocho días? Todo, en México eso ya lo sabemos. Con un solo día nos basta.

Este mes, a las carreras, a empujones y de manera apretujada se han metido en el mentado legado la reforma judicial y ahora el pase de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional, es decir, fuerza absoluta del Poder Ejecutivo y la militarización del país serán parte del legado del Presidente aunque no quieren que le digamos así porque suena mal y todavía no encuentran cómo decirle.

Ocho días. ¿Será cierto que el fiscal de la República se va y el Presidente pone al suyo  en estos días que le quedan? ¿Hará nuestro mandatario otra visita a Badiraguato?

Ocho. Siete. Seis ¿Podría alguien atrancar la dichosa ventana antes de que lo que nos queda dentro se nos vuele?


  • Ana María Olabuenaga
  • Maestra en Comunicación con Mención Honorífica por la Universidad Iberoamericana y cuenta con estudios en Letras e Historia Política de México por el ITAM. Autora del libro “Linchamientos Digitales”. Actualmente cursa el Doctorado en la Universidad Iberoamericana con un seguimiento a su investigación de Maestría. / Escribe todos los lunes su columna Bala de terciopelo
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