México no va a ir a la Luna

Ciudad de México /

Escribir lo que escribo justo el día de hoy es tremendo. Lunes. El día dedicado a la Luna, la que ilumina. Del latín lunae. Lunedì, lundi, lundo, luni, luns. Moon day, monday, mandag, montag. Y no es cualquier lunes, es precisamente ¡este lunes! El que sigue al fin de semana en que se cumplieron 50 años de la conquista de la Luna. La imagen en blanco y negro más vista de la historia. 530 millones de personas viendo cómo el gran salto de la humanidad dejaba para siempre las rayitas de la bota de Neil Armstrong hundidas en el Mar de la Tranquilidad. Terrible, porque así como todos sabemos que la bandera de los Estados Unidos sigue clavada en la Luna, hoy tengo la certeza que la nuestra no estará. Los mexicanos no vamos a llegar a la Luna.

Ellos llegaron porque así lo decidieron. “Eligieron” ir a la Luna. J.F. Kennedy lo anunció en Houston en 1962 con uno de los discursos más inspiradores de la era moderna. “Nosotros elegimos ir a la Luna —dijo el presidente—, y hacer todas las otras cosas no porque sean fáciles, sino porque son difíciles. Porque ese objetivo servirá para organizar y medir lo mejor de nuestras habilidades. Porque ese desafío es uno que estamos dispuestos a aceptar, uno que no estamos dispuestos a posponer, y uno que pretendemos ganar…”.

“Elegir”, el verbo es preciso. De entre todas las cosas, “eligieron” invertir su energía y su dinero en conquistar el espacio. El presidente Kennedy fue criticado por ello, se habló de dispendio, soberbia por el alarde al ganarle la partida a los soviéticos, de una cortina de humo para cubrir la crisis con Cuba, de tapar el sol con un dedo y Vietnam con un cohete. Es más, se habló de fraude y se construyó la teoría de la conspiración de que las imágenes eran falsas, que no se había pisado la Luna, que la carrera por conquistar el espacio no había llevado a ninguna parte.

¡Vamos, pero si es un lugar común! ¿Qué quieres ser de grande? “Astronauta”. Imposible, mentiroso decirle a millones de niños que ese no es un destino.

Haber llegado a la Luna emocionó e inspiró de tan honda manera que “hizo a Estados Unidos más inteligente”, dijo el periódico inglés The Guardian. Florecieron las ingenierías, se triplicaron los doctorados en Física, se desarrolló la tecnología inalámbrica, la viabilidad comercial del microchip, la comunicación de larga distancia, los trajes contra el fuego de los bomberos, los pañales desechables, el velcro... y también, el capital simbólico suspendido en el espacio, infinito; el anhelo de los que quieren llegar más lejos, la imaginación de los que saben dónde.

Por eso Trump anunció que van aún más allá, a Marte. Todo, para conquistar a una nueva generación de la Tierra.

Pero México no quiere ir a la Luna y, mucho menos a Marte. México quiere ir debajo del colchón y ahorrar ¿para qué?, no sabemos, ¿por qué?, porque no creemos en el valor de muchas cosas, de la ciencia entre ellas. “La ciencia occidental ha producido los avances más deslumbrantes y, quizá, más inútiles, como la llegada a la Luna”, dijo nuestra directora del Conacyt.

Mexico, del náhuatl Mexitli, que quiere decir “ombligo de la Luna”. Hagamos, pues, la cirugía: borremos la Luna. Dediquémonos a hablarnos al ombligo. Al fin y al cabo, eso fue lo que elegimos.

@olabuenaga

  • Ana María Olabuenaga
  • Maestra en Comunicación con Mención Honorífica por la Universidad Iberoamericana y cuenta con estudios en Letras e Historia Política de México por el ITAM. Autora del libro “Linchamientos Digitales”. Actualmente cursa el Doctorado en la Universidad Iberoamericana con un seguimiento a su investigación de Maestría. / Escribe todos los lunes su columna Bala de terciopelo
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