Millones salieron de la pobreza… por ahora

Ciudad de México /

Frente a todas las críticas que se le puedan hacer a este Gobierno, hay un argumento que suele cerrar cualquier discusión: “pero sacaron a millones de la pobreza”. Dicho así, con ese “pero” que funciona como borrador universal. Todo lo demás —seguridad, salud, educación, instituciones— pasa a segundo plano, se desvanece y se olvida. La cifra justifica la absolución. El logro cancela el debate.

Ese preciso argumento fue colocado en el centro del relato oficial por la Presidenta en su discurso desde el Zócalo: “Esta hazaña ya está escrita en la historia nacional: entre 2018 y 2024, 13.5 millones de mexicanas y mexicanos salieron de la pobreza. Ese logro, aunque quieran, no lo podrán borrar ni las campañas de odio ni la mentira ni la calumnia. Es un hecho irrefutable”.

Y lo es. Escrito está. Sin embargo, hay algo más peligroso que la mentira, la calumnia o el intento de borrar lo logrado.  Una simple pregunta, brutal en su lógica e imposible de neutralizar con consignas y discursos.  ¿Y si los que salieron de la pobreza no salieron para siempre? ¿Y si regresan?

La pregunta no está planteada como provocación. Es una duda real, de altísimo riesgo social y electoral para el partido oficial. La lógica para enunciarla parte de sus propias filas, de sus mejores vasallos y voces de analistas prestigiados. Si esa gente salió de la pobreza por las transferencias en directo de los apoyos económicos y el incremento al salario mínimo, hoy que no hay dinero y el crecimiento del país está vencido, ¿de dónde saldrá el recurso para el próximo año?

¿Del exterior? La inversión extranjera apenas representa 10 por ciento de la inversión total y, para colmo, la mayor parte no es dinero nuevo, sino reinversión de utilidades. Como dice uno de sus analistas: el pastel no alcanza, hay que hacer crecer el pastel.

La pregunta entonces resulta obvia: ¿esto fue una salida definitiva de la pobreza o un alivio temporal?  ¿Un cambio estructural o una puerta torcida que nunca terminó de cerrar? ¿Se quedó la puerta abierta?

Hoy se dice con la misma naturalidad con la que antes se repartía, que urge la inversión privada. Y ahí es donde surge la paradoja que nadie quiere repetir en voz alta: “¿Cómo se puede pedir inversión para financiar un modelo que inhibe la inversión?”

Concentración de poder, debilitamiento institucional, incertidumbre jurídica. No se puede sostener un modelo que depende del dinero del sector privado mientras se castiga, desconfía e intimida al sector privado. No es ideología: es lógica elemental.

Lo cual lleva a otra consideración. Dicen que estos 13.5 millones de mexicanos que salieron de la pobreza son la demostración de que el paradigma anterior no funcionó. Apostar a construir arriba para que el dinero caiga por goteo hasta los más necesitados y así poco a poco construir abajo. Era lento y la gente no podía esperar. No funcionó.

El problema es que el modelo de inundar tampoco entiende algo básico: el alivio no es estructura. El agua refresca, pero se evapora. No crea empleos, no genera productividad, no construye.

Quizá la lección sea más simple de lo que queremos admitir: sacar a alguien de la pobreza no es lo mismo que garantizar que no volverá a ella.


  • Ana María Olabuenaga
  • Maestra en Comunicación con Mención Honorífica por la Universidad Iberoamericana y cuenta con estudios en Letras e Historia Política de México por el ITAM. Autora del libro “Linchamientos Digitales”. Actualmente cursa el Doctorado en la Universidad Iberoamericana con un seguimiento a su investigación de Maestría. / Escribe todos los lunes su columna Bala de terciopelo
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