No había necesidad de mentir. ¿Para qué? De suyo era un día histórico, memorable, emotivo. De esos a los que se le hacen incontables crónicas y fotografías. El último discurso oficial del Presidente en su sexenio. La culminación de su vida política en la posición más honrosa a la que un mexicano puede aspirar. Un discurso amplificado en cada bocacalle del Zócalo. La Plaza de la Constitución, la segunda más grande del mundo tan solo después de la de Tiananmén en China, desbordante. Su voz como protagonista frente a miles de mexicanos en 800 metros cuadrados de historia política, económica y religiosa del país. ¿Dije religiosa? Sí, de cara a la Catedral. Imagínese nada más, y nuestro Presidente mintiendo.
No había ninguna razón para faltar a la verdad. El sexto informe, el último de un sexenio, se hace para fijar el legado del mandatario en turno. Acuñar sus logros y proteger su historia. En el caso de nuestro Presidente, ni siquiera hubiera sido necesario hacerlo. El triunfo en las urnas de junio pasado fue tan elocuente, que resultaba más que suficiente para proteger su legado. Por añadidura, buena parte del nuevo Gabinete está compuesto por su propia gente, lo que asegura un cuidado especial para él y su gestión, además de que la futura Presidenta le ha reiterado en innumerables ocasiones su lealtad. Solo porque rendir el informe es un mandato de ley y porque al Presidente le debe haber dado mucho gusto hacerlo, porque si no, ni para qué haberse molestado. Es más, justo el día de ayer, al arranque de la sesión del Congreso General de la nueva Legislatura se confirmó que el Presidente tendrá mayoría constitucional en ambas cámaras, es decir, el Poder Legislativo entero, está con él y también protegerá su legado. Y, ya para rematar, mientras nuestro mandatario leía emocionado su discurso, los estudiantes de Derecho de un buen número de universidades, acompañados por sus profesores, magistrados, jueces y ministros, marchaban en diversas ciudades contra la Reforma Judicial.
Sí pasará.
Sí pasará, habrá que decirles con tristeza a los muchachos. Pasará esta semana, con lo cual nuestro mandatario logrará destituir a todos los ministros de la Suprema Corte de Justicia y el legado del Presidente estará entonces también protegido por el Poder Judicial. Los tres poderes de su lado. Era innecesario mentir.
Mucha gente quiere al Presidente. Aprecia lo que ha recibido de este Gobierno. Los que fueron al Zócalo querían verlo, echarle una porra, comprar su muñequito, una camiseta de “Te amo desaforadamente” o una de “Me canso ganso”. Eso era más que suficiente. Por qué entonces decirles que el IMSS Bienestar era una realidad y que si él había dicho que el sistema de salud sería mejor que el de Dinamarca, no era así, porque hoy es aún mejor que el de Dinamarca. ¿Sabía el Presidente que la gente es tan noble que a sabiendas de que eso es mentira, aplaudiría? Sí, si sabía.
¿Por qué mentir si todo lo tiene y bien ganado? Bien estuvo al decir que su gran asignatura pendiente era no haber encontrado a los jóvenes de Ayotzinapa. Bien, si ahí se hubiera quedado; sin embargo siguió… “pero todavía no termino mi mandato…”. Esperanza mentirosa. Números mentirosos.
¿Pero qué necesidad? Se escucha a lo lejos la voz ahora lastimosa de Juan Gabriel.