En la vida de todos siempre existe un pedazo de historia que nos determina. Una piedra de toque. La que influye de manera inevitable para el resto de nuestra existencia. La parte que definirá el todo. Por ejemplo, las familias que hablan del “accidente”. Antes de él cómo eran, después de él cómo fueron, si no hubiera sucedido cómo serían. Pasa algo parecido con los países: explican lo que son y lo que hacen con un único acontecimiento. “Aquella masacre”, “la bomba para los japoneses”, “la guerra civil para mis padres”. Hoy para nosotros en México ese pedazo de existencia que nos significa, nos arma y, ante todo, nos desarma es la violencia, la delincuencia. O, de manera aún más propietaria: el narco, nuestros narcos. ¿Que nos pidan perdón los españoles? No, por favor, eso ya no importa. Esto es lo que nos define, esta es la bronca.
Esto es algo que nos acompaña y nos explica con nosotros mismos. De ahí el vicio monotemático de contárnoslo una y otra vez: las series de narcos, los corridos de narcos, las joyas de narcos, los amiguitos de la escuela con papás narcos, los vecinos narcos, los gobiernos narcos, nuestro país narco.
Por las buenas o por las malas: a la fuerza, pero le entendemos. De ahí que me sorprendiera la historia de este narco. Un temido delincuente que está buscando una abogada que lo ayude a transitar hacia una nueva vida y practicarse una cirugía de reasignación de sexo y a escondidas de la violencia más despiadada, busca encontrar quién es en realidad. No, no es una apología. Son elementos de una locura que en papel tal vez se podrían haber rechazado, pero en pantalla funcionan muy bien.
“Emilia Pérez”, así se llama el narco trans y también la película que abrió el Festival de Cine Internacional de Morelia con destacadas credenciales. El film pertenece a un multipremiado director francés especializado en polar (thriller francés) llamado Jacques Audiard, quien arranca su película con un perifoneo que recorre la ciudad, mientras se escucha “…se compran colchones, tambores, refrigeradores, lavadoras, microondas o algo de fierro viejo que venda”. Me sorprendió que un francés entendiera ese beat auditivo tan nuestro, que comprendiera nuestra pobreza, nuestra violencia, nuestras madres buscadoras. Me di cuenta de que eso que nos explica y nos define no solo lo sabe el francés, lo saben todos. Pensé, nosotros queriéndonos redimir y estos que nos regresan a nuestra narcovida, en donde los narcos nos sirven hasta de contrapeso en la política. ¿O a poco no andan temblando de lo que dirán los narcos en las cortes gringas?
El papel de Emilia Pérez lo interpreta Karla Sofia Gascón. Una actriz trans que hace también el papel de Manitas del Monte, ella como hombre. La valentía de la actriz de regresar a evidenciar su propia identidad anterior, tomar un espejo y aún con vendas después de la operación mirarse entre las piernas es avasallante, y junto con las otras actrices del reparto le valió el premio a la mejor actuación en Cannes. Hoy, la película espera las nominaciones a los Oscar.
Lo que quiero decir es que cada día lo saben más y que la única esperanza es que el francés tenga razón y si Manitas del Monte se quiere convertir en mujer para ser mejor, ojalá y a nuestro país le pase lo mismo: como mujer nos vaya mejor.