Una mancha en la camisa blanca del Presidente

Ciudad de México /

Hay pequeñas cosas, insignificantes quizá para algunos, capaces de echar a perder el día por completo. Una gota de cualquier cosa que, en lugar de caer de la boca al suelo se estrella en una camisa blanca, esa es sin duda una de ellas. La gota es tan poderosa que, aunque el resto siga inmaculado, es capaz de hacer ver a la camisa sucia por entero. No por nada la publicidad de detergentes ha contado esta misma historia a lo largo de décadas para lograr vender una bolsa de su producto a cada una de las mamás. “No solo su niño brillará en la escuela, también usted que se preocupa de que así sea”. Y es que la mancha al caer hace una pequeña explosión que salpica y ese blanco que antes daba luz a la cara, ahora con el pequeño sucio, ensombrece. Así le pasó a nuestro Presidente y anda caminando por el Palacio con una mancha en su gobierno.

No soy yo la que lo dice, fue él. La semana pasada el Presidente aceptó que el fraude de 15 mil millones de pesos en Segalmex, una empresa creada por él mismo para apoyar a los productores del campo, la cual supuestamente sustituiría la corrupción que existía en la antigua Conasupo, terminó siendo el fraude más grande de la historia de México y eso, dijo, es una mancha. Tan escandalosa es, que dobla en tamaño a la que se hizo con la Estafa Maestra. Y tampoco soy yo la que se refiere a este desfalco como una gota, fue también él mismo que habló de ella como si lo fuera. Un “descuido”, dijo, “mala suerte”. Y entonces, del plato a la boca ¡plaf! se estrelló una gota en el pecho haciendo la dichosa mancha. La Estafa Maestra de la 4T.

Y no es que ande una de fijada, pero más arriba la camisa también está manchada. La mancha que quedó en el ánimo de los inversionistas con la cancelación del aeropuerto de Texcoco. Sí, ya sé que esa mancha por vieja ya está muy percudida, pero siendo que el sistema aeroportuario nunca se hizo: el AIFA quedó a medio construir, muy pequeño y lejano, mientras en Toluca no se hizo nada; esa es una mancha que se sigue viendo. Las manchas que hicieron los problemas de salud, tampoco salen. Ya sabe usted que la sangre es lo más difícil de limpiar. Entre la falta de medicinas, el abandono de la megafarmacia y el fracaso del Insabi habrá que esperar al próximo sexenio, por lo pronto ahí sigue remojándose en el fregadero. Ese fregadero de existencia que le toca a todos los enfermos, a los niños sin vacunas y a las personas sin tratamientos para el cáncer. Lo de la seguridad es un batidero, dejó unos lamparones rojos por la espalda que para qué le cuento. Es cierto que la mayoría de las manchas son salpicones, pero siendo que pertenecen a los muertos de este sexenio, que más que en ningún otro gobierno, son muchos y se ven desde muy lejos. Las manchas por las carencias en educación son pequeñas, de esas no hay que preocuparse, como no votan, casi no se ven. Del resto de las manchas se puede mentir, basta con decir que no lo son, que así viene la tela y la gente se lo cree.

En el fondo el problema es que esta es la misma camisa que se usará en el próximo sexenio. La tela de la política es delicada, la mancha siempre se queda, por eso hay que recordar el refrán: ”no es más limpio el que mucho se lava, sino el que menos se ensucia”. 


  • Ana María Olabuenaga
  • Maestra en Comunicación con Mención Honorífica por la Universidad Iberoamericana y cuenta con estudios en Letras e Historia Política de México por el ITAM. Autora del libro “Linchamientos Digitales”. Actualmente cursa el Doctorado en la Universidad Iberoamericana con un seguimiento a su investigación de Maestría. / Escribe todos los lunes su columna Bala de terciopelo
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