Una tragedia de enredos

Ciudad de México /

En México siempre está pasando lo inconcebible, lo impensable, lo indecible. En consecuencia, si uno quiere conocer la verdad bajo la superficie, se tiene que comportar como espectador de película gringa de bajo presupuesto. Esas que pasaban los domingos por la tarde en la televisión. Razonamiento de lo Descabellado. Desconfiar de lo que se afirma y, a la vieja usanza, apostar por la lógica de lo menos pensado: “el asesino es el mayordomo”. Recordar que nunca todas las piezas del rompecabezas están sobre la mesa, y a punta de un trago de refresco por cada puñado de palomitas, aventurar lo más disparatado e inverosímil: fue el propio delincuente, el amigo del delincuente, el hermano del amigo del delincuente, los de aquí, los de allá o, de plano, el gobernador que ve tú a saber por qué no estaba en el estado en día de trabajo.

El tema de la captura del “Mayo” Zambada se ha convertido en engrudo en el momento más inoportuno: el fin de sexenio. Un circo, un embrollo, un batidillo. Un partido en donde le pegan un raquetazo al prestigio de unos, cruza la bolita de este lado y la regresan pegándole a la reputación de los otros. Nuestra cabeza va y viene. De este lado, del otro. Lo agarraron, lo pusieron, lo entregaron, lo traicionaron.

Tan solo el tema del avión en el que llegó a los Estados Unidos merece un premio a la maraña. Es uno, pero en realidad es otro. Salieron de una locación en México, pero en realidad de otra. Nadie supo que volaba, pero sí, porque no hay opción. Entraron por él los gringos al país o mejor decimos que no para no comprometer la soberanía nacional. Insistimos en el tema de los abrazos o mejor no, porque aquí no hubo balazos y sí lo capturaron.

¿Por qué no explicas?, le pide el Presidente a la Secretaria de Seguridad. Y ella le pregunta a aquel cuyo pecho no es bodega: ¿Puedo explicar lo de…? ¡Noooo!, y ahí quedó. Y pues ya no supimos, porque no nos dijo. Más palomitas se están calentando.

El tema es que ahora tendremos otro narcotraficante rindiendo declaración en Estados Unidos, ¿le creeremos como hicimos en el juicio de García Luna o mejor ya no?

Y así, mientras el embajador de Estados Unidos salió a dar una declaración a dos semanas de los hechos solo para enredarse con sus propias palabras y salvarnos y salvarse o tal vez no, el sábado pasado cayó una nueva bomba: la carta del “Mayo” explicando que cuando lo agarraron iba a una reunión con el gobernador morenista del estado.

¿Qué opina Presidente? ¿Qué opina futura Presidenta? Vamos a esperar a ver qué dice el Gobernador, responden los dos.

Y así llegamos a la explicación del Gobernador nativo de Badiraguato del sábado pasado. Yo no estaba ese día en el estado, dice ufano asomando una sonrisa. ¿Y? Pues mejor ¿o no? ¿O que no le sirve esa salida de coartada? No tenían por qué citarme a esa reunión, eso lo resuelven nuestras instituciones. Me perdí, ¿cuál institución se sienta con un narcotraficante? No tenemos complicidad con nadie. Y que si hay que investigar que atraiga el caso Sherlock, no, no, perdón, este, ¿cómo se llama? ¿Hércules?, no, no, tampoco, el otro, el Fiscal General de la República. Y, ya. Aplausos y espaldarazos.

¿Qué es entonces lo que está pasando? Piense lo más descabellado, lo peor, y cómase unas palomitas. Esto va para largo.


  • Ana María Olabuenaga
  • Maestra en Comunicación con Mención Honorífica por la Universidad Iberoamericana y cuenta con estudios en Letras e Historia Política de México por el ITAM. Autora del libro “Linchamientos Digitales”. Actualmente cursa el Doctorado en la Universidad Iberoamericana con un seguimiento a su investigación de Maestría. / Escribe todos los lunes su columna Bala de terciopelo
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