Hasta hace algunos años atrás, las personas salían de su lugar de trabajo, iban a casa y dejaban atrás su actividad laboral.
En la mayoría de los casos el lugar de trabajo y las horas dedicadas a aquél estaban definidas con claridad al tiempo de existir una estricta división entre el empleo y las actividades no laborales.
Además, las y los trabajadores tomaban sus días de descanso sin computadoras portátiles, teléfonos inteligentes ni servicios de Internet.
En los tiempos actuales, y derivado de los vertiginosos avances en las tecnologías de información y de comunicación, la realidad laboral ha cambiado de modo significativo, provocando que hoy las y los colaboradores estén en guardia permanente; es decir, a la disposición del patrón a cualquier hora y en cualquier lugar.
La demanda de que las y los colaboradores estén disponibles en todo momento ha comenzado a reconocerse como una circunstancia potencialmente peligrosa para la salud de los trabajadores y violatoria a sus derechos humanos.
La conciliación trabajo–familia en una universidad jesuita suele abordarse desde una perspectiva que combina la excelencia profesional con un fuerte compromiso humanista, ya que las instituciones confiadas a la Compañía de Jesús se rigen por la formación integral, donde la gestión se orienta por el principio de cura personalis, es decir, el cuidado integral de cada persona y la búsqueda del bien común.
Esto implica reconocer que todos los y las colaboradores tienen múltiples roles dentro de la Institución, por lo que la conciliación trabajo–familia no es solo un beneficio laboral, sino un elemento ético y formativo.
Lo que distingue a una universidad jesuita de otras es que la conciliación no se concibe solo como un tema administrativo o legal, sino como parte de su espiritualidad, su carisma y su ética organizacional, todo ello para el bienestar y el desarrollo de sus colaboradores y para maximizar la capacidad de aportar a la misión universitaria.
Promover la conciliación es una forma de coherencia, en una organización de cualquier tipo o tamaño, con el respeto por la dignidad humana.
Cuando se ofrecen ambientes laborales que posibilitan el equilibrio vida-trabajo, se fortalece la cultura organizacional, mejora el clima laboral, crece el compromiso del personal, previene el agotamiento profesional, se incrementa la satisfacción laboral y se consolida una organización más solidaria.
En síntesis, la conciliación trabajo–familia, no solo debe ser una política laboral, sino una expresión de la identidad organizacional y del cuidado integral de la persona.
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