EPN, confesiones

  • Columna de Ángel Aguirre Rivero
  • Ángel Aguirre Rivero

Ciudad de México /

En el libro Confesiones desde el exilio: Enrique Peña Nieto del periodista Mario Maldonado, refiere que la aspiración principal del mexiquense era la de ser gobernador de su estado natal, pero no había pasado por su mente llegar a la Presidencia de la República.

En la obra, Peña Nieto reconoce cuáles eran sus alcances y deja entrever en sus respuestas que la confianza que depositó en sus colaboradores fue su principal error. Peña Nieto era seductor, tenía una gran capacidad de concertación política, pero su gabinete lo llevó al despeñadero.

En su gobierno coexistían dos grupos políticos: el grupo Hidalgo, encabezado por Miguel Ángel Osorio Chong, y el grupo Estado de México, que lideraba Luis Videgaray. ¡Cuánto daño le hicieron ambos personajes!

Hay quienes dicen que EPN honra siempre la lealtad y amistad, cosa que es cierta, pero también hay quienes señalan que le faltó carácter para ponerlos en su lugar.

El libro narra un episodio que pone de manifiesto la gran influencia que Videgaray ejercía sobre él. Ante la visita de Donald Trump como candidato y aunque el presidente no estaba de acuerdo, se impuso la propuesta del Secretario de Hacienda, lo que le costó una caída de 15 puntos en su popularidad.

Videgaray fue también el artífice de las grandes reformas que tanto se presumieron en ese período y que no sirvieron para nada, como la educativa y la energética. Hoy, Videgaray vive una especie de retiro en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, no obstante tener serios señalamientos de corrupción, pero como el propio Maldonado lo refiere, fue quien diseñó la estrategia para blindar de impunidad a algunos de los integrantes del gabinete.

La otra gran crisis de Peña Nieto fue Ayotzinapa. El general Cienfuegos, Tomás Zerón, Osorio Chong y Luis Videgaray le mintieron y me pusieron una barrera para que nunca llegara a él y le diera mi versión. Además está claro que el entonces presidente desdeñó desde el inicio la tragedia de los normalistas.

Cuando entendió la crisis que vivía nos quitaron la investigación que el procurador Iñaki Blanco Cabrera estaba construyendo con bases muy firmes y garantizando los derechos humanos de los involucrados.

Jesús Murillo Karam encabezó la famosa “verdad histórica” y Tomás Zerón, quien mediante torturas creó las historias que les convenían. Esa parte no se ha investigado a profundidad ni se ha sancionado lo suficiente. A partir de ahí el gobierno de EPN entró en la peor crisis de su mandato.

Desde Punta Cana, como lo consigna Mario Maldonado, Peña Nieto dice: "Yo me opuse a la renuncia del gobernador Ángel Aguirre Rivero (a pesar de la recomendación de sus cercanos Videgaray, Cienfuegos, Soberón, Aurelio Nuño, Osorio Chong, Tomás Zerón) quienes me decían que la presencia de Aguirre era ya insostenible porque a donde acudía lo golpeaban, le chiflaban, lo apedreaban, ya no podía".

Nada más apartado de la realidad. Cuando Carlos Navarrete mandó hacer una encuesta para preguntarle a los guerrerenses si querían que yo siguiera en el gobierno, más de 80 por ciento se manifestó a favor de que yo siguiera. Jamás fui abucheado y mucho menos apedreado.

El avance en la investigación nos ha dado la razón, se ha demostrado que no tuvimos nada que ver en este lamentable caso. Por el contrario, rescatamos a 68 jóvenes que pudieron correr la misma suerte de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa.

¿Por qué el presidente EPN se dejó influenciar una vez más por estos colaboradores que tanto daño le hicieron? No lo sé.

Aún con toda la afectación que he recibido por el caso Ayotzinapa por el manipuleo político que se hizo con ella. Soy hombre de rencores cortos, presumo de ser amigo de Enrique Peña Nieto. Estoy agradecido con él por todo lo que me ayudó cuando fui gobernador. Nuestra relación siempre fue espléndida y el día que él regrese a México, encontrará la mano extendida de un amigo sincero.


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