Las noticias sangrientas se suceden una y otra: antes fue Ciudad Juárez, hoy Ecatepec, Valle de Chalco; mañana en cualquier lugar. Los nombres de las víctimas se suceden de manera vertiginosa, Mariana Lima, Claudia Ivette González, Camila… Se legisla sobre el delito, se emiten alertas de violencia de género; pero la justicia no llega y las historias se desvanecen ante el impacto de notas más violentas.
Durante el año 2018 se reportaron 834 feminicidios a nivel nacional, 69 asesinatos en promedio cada mes. En 2017 se contabilizaron 735 feminicidios (según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública), hay que decir que la descripción del delito de feminicidio deja fuera de este resumen a cientos de mujeres asesinadas en el país.
El Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), en un comunicado, informó que 18 de las 32 entidades federativas, es decir, 56 por ciento del territorio nacional, se encuentra formalmente declarado en Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres.
Una violencia alimenta a la otra, advierte Mariana Berlanga, investigadora de la UNAM. Lo cierto es que si ocurren feminicidios es porque se permiten. Sin voluntad política, no hay programa que funcione.
Por eso no pueden ser buenas noticias la anunciada desaparición del Instituto de las Mujeres en Jalisco. O que la Comisión de Puntos Constitucionales modificó el dictamen discutido por el Senado para dejar al feminicidio y abuso sexual de menores fuera de los delitos graves.
Tampoco es buena noticia que en el Presupuesto de Egresos de la Federación 2019 la partida para Promover la Atención y Prevención de la Violencia se haya reducido casi en 72 millones respecto del PEF 2018.
Sin recursos, las alertas de género son meras medidas estériles, es necesario el diseño y aplicación de acciones integrales en contra de los crímenes.
La ocurrencia de la diputada que propone decretar en Veracruz un toque de queda para mujeres, además de absurda, no contribuye a resolver el fondo del problema. Solo debe quedar en el anecdotario de lo chusco.
No basta la sororidad, tenemos que desechar el esquema patriarcal-machista y hacer causa común con las mujeres. La forma en que atendamos el problema de la violencia en contra de las mujeres definirá en gran medida el tipo de sociedad que pretendemos ser en años venideros.
Las mujeres representan un importante porcentaje de la fuerza laboral e intelectual de nuestro país; si no atendemos pronto la violencia que las acecha y atenta en contra de su bienestar estamos, de entrada, atentando contra el bienestar de ellas y en última instancia de nuestra estabilidad.
Del anecdotario:
En 1956 Diego Rivera dio por terminada la hermosa fachada de la casa que fuera de Dolores Olmedo, en la calle Inhalámbrica número 6 en el Cerro del Pinzón, donde pudo plasmar varias divinidades de la cultura Azteca, como son los dioses Quetzalcoalt y Tláloc.
Se le conoce como "La Casa de los Vientos ". Ahí vivió durante casi dos años Diego Rivera, en Acapulco junto a La Quebrada, al viejo Acapulco plagado de hermosas historias.
Alguna vez junto con Alejandra Fraustro y Paco Ignacio Taibo II pudimos disfrutar de la majestuosa vista al acantilado de La Quebrada y la bahía de Acapulco.
En 2012, siendo gobernador de mi estado, decidimos adquirir la casa con una aportación tripartita: gobierno del estado, fundación Carlos Slim y la entonces Conaculta.
Tengo mucha esperanza de que en el nuevo gobierno se cristalice este sueño que alguna vez dibujamos para que se convierta en un gran museo para los acapulqueños y quienes nos visitan... Que así sea.
* Ex gobernador de Guerrero