Temporada de huracanes

  • Columna de Ángel Aguirre Rivero
  • Ángel Aguirre Rivero

Ciudad de México /

Las recientes inundaciones en Brasil, que alcanzan el centenar de pérdidas humanas, envían señales preocupantes sobre la degradación del medio ambiente, de cara a la inminente temporada de huracanes en los océanos Pacífico y Atlántico.

Y no es para menos, sobre todo por la inesperada evolución de Otis a superhuracán en unas pocas horas el año pasado, de cuyos devastadores efectos Acapulco tardará varios años para recuperarse.

¿Qué sigue? Se formarán 41 ciclones en los océanos Atlántico y Pacífico en la temporada 2024, y de ese total, al menos cinco de ellos impactarán, informó Conagua. Pero ante lo errático del comportamiento de Otis, no sabemos qué ocurrirá.

Los daños en el estado brasileño de Río Grande del Sur son producto del cambio climático, serán cada vez más frecuentes “y forman parte de un fenómeno que no tiene vuelta atrás, según afirmó a Xinhua Rodrigo Marques, profesor de Climatología y doctor en Meteorología”, informa un despacho de la agencia china.

El aumento de las temperaturas globales calienta el océano, proporcionando energía para alimentar huracanes más intensos como ya lo vivimos.

Se prevé en varias regiones de México un aumento en las temperaturas anuales promedio de entre 3 y 4 grados Celsius. Esto tiene implicaciones directas en la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos como sequías y olas de calor (The Climate Reality Project).

Por ello es inevitable cuestionarnos si en los municipios costeros (y no sólo turísticos) estamos preparados para enfrentar esta nueva realidad. No lo creo, sobre todo porque no recuerdo que las autoridades ambientales y de protección civil se hayan pronunciado al respecto, destinen presupuesto, organicen paneles de expertos para conocer su opinión y, con base en ella, diseñar protocolos de actuación. No he visto nada de eso.

Urge fortalecer los sistemas de alerta temprana, mejorar las estrategias de adaptación y mitigación en la regiones susceptibles al embate de huracanes, especialmente en las comunidades más vulnerables. Vale la pena revisar el ejemplo de Japón, donde las medidas de prevención y actuación antes, durante y después del impacto de un meteoro se diseñan al lado de las comunidades.

Así como desarrollar políticas que integren el fenómeno del cambio climático en su planificación urbana para asegurar que las infraestructuras críticas, como hospitales y escuelas, sean resilientes a los impactos climáticos.

Son algunas ideas de lo que tendríamos que hacer como gobierno y como sociedad, para adaptarnos y resistir lo que viene.

Del anecdotario

Una voz quedita se escuchaba en los albergues: “Ya llegó Aguirre, ya llegó Aguirre…”. Era casi la una de la madrugada en la visita que realizaba a estos refugios con motivo del devastador impacto de Paulina en 1998.

Yo preguntaba cómo los estaban atendiendo, qué les hacía falta. Y los niños y niñas se acercaban para preguntarme: “Oye, Aguirre, ¿no nos trajistes dulces y juguetes?”.

Ellos en su inocencia no dimensionaban el daño que les había causado al patrimonio de sus padres el terrible Paulina, así que en mis visitas posteriores llegaba también con dulces y juguetes a los albergues. Esa vocecita de los niños jamás la voy a olvidar: “Ya llegó Aguirre, ya llegó Aguirre”.

SOS: Los hospitales de Guerrero están viviendo su peor crisis con motivo de la transferencia al programa IMSS-Bienestar. No hay medicamentos, los pacientes los tienen que pagar… Vamos, ni siquiera alimentos para los enfermos y médicos. Pero Zoé Robledo está más ocupado en ver cómo se incrusta en la siguiente administración federal. Ya hablaremos más de este tema.


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