Alguna vez conversando con José Francisco Ruiz Massieu, quien era un hombre brillante, cuando su gobierno estaba a meses de fenecer me decía: “Es hora de hacer nuestra lista de agraviados, mi querido Ángel; siempre es bueno reconciliarse con el mayor número de adversarios políticos, antes de que uno concluya su mandato”.
Y José Francisco se daba a la tarea de buscar a cada uno con quien había tenido alguna diferencia política, pues sostenía que en política, los enemigos son de a de veras y los amigos verdaderos los cuentas con los dedos de las manos.
El presidente Andrés Manuel López Obrador está a unos meses de concluir su mandato, y en sus momentos de soledad y reflexión seguramente se preguntará cuántos de quienes lo acompañaron en su movimiento transformador no han sido tomados en cuenta, con cuántos otros ha tenido desencuentros y cuántos más se sienten desencantados por quien a alguna vez le profesaron respeto y admiración.
Inexorablemente se acerca el tiempo de hacer balances, un inventario de identificar a los que se alejaron pero que aún siguen creyendo en él.
Andrés Manuel se irá a su rancho en Chiapas, y aunque en más de una ocasión ha manifestado que no recibirá a nadie y no se involucrará en asuntos del país, es difícil que ocurra, porque un político deja de hacer política hasta que se muere.
Su personalidad y su talante no le permitirán estar encerrado en una finca, escribiendo y regando los frondosos arboles que le heredaron sus padres.
Habrá una nueva líder, una nueva presidenta que sabe bien que tiene un tramo de responsabilidad y que la historia la va a juzgar a ella y a sus acciones. Que si bien es cierto hoy suscribe a pie juntillas mucho de lo que se le dicta desde Palacio Nacional, con la investidura será otra cosa. El Águila es el Águila, y ser la primer mujer en dirigir a México implica una carga de responsabilidad histórica ineludible.
Gradualmente, y quizá desde la campaña, Claudia Sheinbaum marcará su propio estilo. Necesita hacerlo, pero evitará la confrontación con AMLO.
Claudia tomará sus propias decisiones y habrá algunas que no necesariamente coincidan con la visión del actual Presidente.
Concluyo insistiendo en que es tiempo para la reconciliación del Presidente con sus amigos que siempre lo van a acompañar, los de toda la vida, los que tuvieron un gesto para demostrarle su lealtad y afecto.
Del anecdotario
—Usted no puede salir si no se compromete a construirnos el puente de Riguapa. Dese por secuestrado.
Habían tenido su celebración religiosa y la mayoría de los mixtecos se encontraban tomados.
Uno de ellos levantó la voz para decir: “Yo conozco a Aguirre, él tiene palabra, nos ayudó cuando fue gobernador”. Era mi segunda campaña para diputado federal.
—Pues sí, pero de aquí no sale si no se compremete a construirnos el puente.
Mi propio defensor mixteco los hizo entrar en razón: “Para que nos ayude, primero hay que hacerlo diputado”.
—Bueno, por ahora regálanos 10 toneladas de cemento—. Y seguían tomando mezcal y cerveza.
—Cuenten con ello ahora mismo...
Les entregué el recurso y salimos, como se dice en el argot popular, “por piernas”.
Ya siendo diputado me acordé de mi compromiso y les hicimos el famoso puente de Riguapa.
Una comisión de mixtecos llegó hasta la Cámara de Diputados, donde los recibí: “Oye, Aguirre, venimos decirte que cumpliste con tu palabra y no queremos que nadie vaya inaugurar puente si no ere tú, vamo a matar chivos, habrá mezcal y cervezas”.
Y pues tuvimos que comer nuevamente chivo de La Montaña. Lo bueno es que dicen que son afrodisiacos.