Lo primero que se suele mencionar al comentar sobre la película *El brutalista (*The Brutalist) de Bradly Corbet es su duración de 215 minutos, lo segundo sus nominaciones al Oscar y el premio a mejor actor protagónico para Adrien Brody. Sí, el filme con el inusual tiempo de duración de más de tres horas traspasa el formato convencional de una película realizada para ser proyectada en salas de cine. Su duración, sin embargo, es también uno de sus muchos méritos ya que permite seguir el desarrollo de la epopeya de un exitoso arquitecto húngaro que llega a Estados Unidos como refugiado y sobreviviente de un campo de concentración de la segunda guerra mundial. Con su trama perfectamente estructurada, el filme no sólo narra la historia de un refugiado judío en EUA sino trasmite el pensamiento de dos movimientos artísticos europeos: La escuela de la **Bauhaus fundada en 1919 por Walter Gropius y el **brutalismo de la posguerra impulsado por Le Corbusier. En cuanto al tiempo de 215 minutos, el filme, estructurado en capítulos, propone un intermedio.
Las primeras escenas nos atrapan en la época, las tragedias y el tema que aborda el filme. En medio del turbulento movimiento en un transatlántico que está por llegar al puerto de Nueva York, destaca el perfil de László Tóth (Adrien Brody), uno de los afortunados pasajeros que alcanzaron lugar en un buque con refugiados. Al subir a cubierta lo primero que alcanza a ver es la estatua de la libertad. La estatua se ve de cabeza y, aunque cambia de posición, no se endereza. Ya en casa de su primo quien migró a Estados Unidos años atrás y se casó con una mujer católica, László comenta que los muebles que vende su primo son muy feos. Tiene derecho de opinar ya que László, como exitoso arquitecto y maestro de la escuela **Bauhaus en Budapest, defiende un estilo arquitectónico minimalista y moderno. Como artista judío con ideas progresistas no es fácil encontrar trabajo e insertarse en la sociedad estadounidense. Un magnate industrial (Guy Perce) parece reconocer el genial talento del húngaro y le ofrece realizar un gran proyecto y apoyar el traslado de su esposa a Estados Unidos. La realización del proyecto descubre la polarización entre el artista que crea con libertad y el rico estadounidense que vive el sueño del capitalismo y la supremacía blanca.
Puesto que el realizador Brody Corbet y su coguionista Mona Fastvold crearon un protagonista y una trama de ficción, desarrollaron los conflictos y la progresión dramática con plena libertad. El tema central es, sin duda, el choque entre pensamientos y estilos de vida que han marcado – y siguen dividiendo – a la sociedad norteamericana. El pensamiento conservador va de la mano con el racismo, la xenofobia y la brecha entre clases sociales y en este sentido el filme es un recordatorio y denuncia de Estados Unidos ayer y hoy. Además del tema, el filme rinde tributo al espíritu de libertad y transgresión que caracterizan el arte, el diseño y la arquitectura. Una biblioteca de ensueño diseñada por László y su proyecto brutalista de hormigón y acero que remite al holocausto, son comentarios aparte de un filme bello e inteligente y su realizador culto y profundamente reflexivo.