El mal no existe

  • La pantalla del siglo
  • Annemarie Meier

Jalisco /

Fue una grata sorpresa encontrar en la cartelera de la Cineteca Jalisco el nuevo filme del japonés Ryûsuke Hamaguchi El Mal no existe (Evil Does Not Exist). Su anterior película Drive My Car, basada en un texto de Haruki Murakami y ganadora del Oscar a mejor película internacional, me había impresionado por la manera personal y atractiva de mostrar situaciones y problemas de comunicación humana, contrastar el teatro con el cine y la cultura coreana con la japonesa. Si con Drive My Car el realizador abordó el tema de la comunicación y el lenguaje, en El mal no existe observa y desarrolla su visión acerca de la vida humana en y con la naturaleza y las presiones a la que esta armonía y estilo de vida están sometidos.

Los primeros minutos – sí, son largos minutos – la cámara acompañada por música esférica de Eiko Ishibashi pasa por debajo de las copas de los árboles en un bosque. El lento movimiento nos da tiempo para reconocer la exquisita belleza de las ramas cuya dibujo de filigrana remite a grabados y dibujos de tinta china del arte de Japón. También nos recuerdan el filme de Wim Wenders Perfect Days, que le rinde tributo a un término japonés que describe el juego de luces en las copas de los árboles. En El mal no existe los árboles parecen ser testigos de la espiritualidad y el protagonista que observamos a continuación, se ocupa – también durante largos minutos – a seccionar con una motosierra troncos de árbol que después parte con un hacha ya que servirán para el fuego de la chimenea y el horno. Así conocemos a Takumi (Hitoshi Ornika) quien vive con su hija de ocho años en una cabaña aislada en medio del bosque. De lejos se ve el Monte Fuji y por los acontecimientos sabemos que la cabaña de Takumi pertenece a una pequeña comunidad a pocas horas de distancia de Tokio.

El bosque y la ubicación de la comunidad son importantes ya que la vida en la naturaleza que caracteriza el estilo de vida de Takumi y el resto de los habitantes de la región, se ve en peligro por cazadores que aprovechan la abundancia de venados y una empresa capitalina de hoteles y entretenimiento que compró un terreno para instalar un “campamento de lujo” con tiendas y campers para turistas que buscan la tranquilidad y belleza de la naturaleza. Sin embargo, la reunión con los enviados de los empresarios que pretenden socializar el proyecto con la comunidad, se tensa ya que los residentes señalan los inconvenientes que causaría el hecho de compartir con los turistas los recursos naturales como el agua de un riachuelo que corre por las tierras. El fracaso de la reunión parece abrir el desarrollo de un filme de denuncia y resistencia ecológica pero los hechos dan un vuelco inesperado. La manera como Hamaguchi muestra con sutileza las reacciones insospechadas de los personajes, las pocas palabras que intercambian padre e hija, Takumi y sus vecinos y los empleados de la empresa capitalina, llevan el conflicto y su desarrollo a otro nivel y el enigmático desenlace sugiere interpretaciones y reflexiones más allá de los conflictos que narra la historia.

Wenders contó en entrevistas como Perfect Days nació de un encargo que le hizo la ciudad de Tokio: Un documental que rindiera tributo a los arquitectos que diseñaron los baños públicos de un barrio de la ciudad. También El mal no existe nació de un encargo ya que el músico Eiko Ishibashi invitó a Hamaguchi a crear secuencias de imágenes que acompañaran un performance en vivo de una composición suya. Fue así que Hamaguchi grabó las exquisitas secuencias de naturaleza que, a su vez, le inspiraron la historia que narra en El mal no existe. Pero el filme no sólo cuenta una historia, Hamaguchi también nos trasmite su preocupación y lo hace a la manera de los habitantes del bosque: En la secuencia de la reunión de información, los lugareños escuchan con atención y en silencio los argumentos de los visitantes. También las preguntas se formulan en voz baja y con mucho respeto. Sin embargo, de repente se escucha un grito que irrumpe en el silencio. ¿Quién y qué gritó? Seguramente uno de los asistentes pero no se sabe quien. Así también en varios momentos del filme los suaves movimientos de cámara se interrumpen con un corte abrupto y una imagen en negro. El grito, los cortes, los negros y el rojo de la sangre de heridas de bala y espinas, son indicios de un mundo en armonía que está por terminarse. El mal no existe parece un título extraño para un filme que parece sugerir lo contrario. (Pero también puede ser que nuestra cultura y educación occidental no permite ver el trasfondo de la película de Hamaguchi).


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