Entre las películas nominadas a un premio Oscar, El padre (The Father) de Florian Zeller es una de las pocas que no se estrenaron en una de las plataformas de streaming sino que los productores esperaron la re-apertura de los cines mostrarla al público. La espera valió la pena ya que la sala a oscuras y la experiencia compartida son importantes para el impacto que causa el filme.
Formular una sinopsis de El padre reduce la complejidad del filme y le quita su esencia. El drama gira alrededor de la percepción, la memoria, la confusión y la pérdida de la realidad física de un personaje con demencia. La manera cómo el filme visualiza y materializa este proceso, obliga al espectador a interiorizarse en el mundo y la percepción del padre, ver, sentir y reaccionar a partir de su percepción, sus necesidades, emociones, sentimientos y confusiones. ¿Qué es real, qué corresponde a los recuerdos, la memoria, la fantasía, los deseos?
La película empieza con Anne (Olivia Colman) caminando aprisa por las calles de Londres. La mujer sube corriendo las escaleras y entra alterada a un apartamento dónde su padre Anthony (Anthony Hopkins) la recibe tranquilo. “¿Qué hiciste, padre?¨le reclama. ¨Nada¨, responde él. “Me llamó Angela llorando y me dijo que la habías agredido físicamente”, explica Anne. El hombre sigue insistiendo que él no le había hecho nada a su cuidadora sino que fue ella quien se portó mal ya que le robó el reloj de pulsera. El diálogo entre padre e hija nos muestra el profundo y creciente desconcierto de Anne y el distante y agresivo trato que le da su padre cuyas pequeñas reacciones de retardo y duda nos empiezan a preocupar. Es obvio que el viejo olvida dónde dejó sus cosas, defiende su independencia a pesar de necesitar un cuidador, rechaza a la que lo atiende con cariño y borra de su memoria lo que le dolería.
Hasta aquí el filme se parece a otras obras cuyo conflicto gira alrededor de la condición de personajes con Alztheimer o demencia (por ejemplo Lejos de ella de Sarah Polley o Las buenas hierbas de María Novaro). Lo que es absolutamente novedoso en la obra del francés Florian Zeller, quien basó el filme en su obra de teatro Le père, es cómo, a partir del diálogo y conflicto inicial con su hija, los sucesos pasan a mostrar las confusiones, equivocaciones y desubicaciones de Anthony. El reloj aparentemente perdido una y otra vez, muestra su extravío con el tiempo, los pasillos y cuartos que la cámara recorre con extrañez corresponde a su desubicación en el espacio y la interpretación de los personajes por distintos actores responde a su confusión en cuanto a los que lo rodean. La música, en especial la ópera, parece regalarle momentos de paz, mientras que un suéter puede sacarlo de quicio ya que ha olvidado cómo ponérselo.
Lo arriesgado de los cambios de espacio, tiempo, personajes y puntos de vista convierten la película en una experiencia sensorial y dramática extraordinaria en la que Anthony Hopkins domina todos los registros.