FICG 40 Primeros apuntes

  • La pantalla del siglo
  • Annemarie Meier

Jalisco /

Ayer viernes se inauguró el Festival internacional de Cine en Guadalajara.

Para los que seguimos el festival desde su primera edición en marzo de 1986, este año será especialmente emocionante ya que la fiesta del cine de Guadalajara llega a su edición 40. “Cuarenta y Contando” es el título de un libro que se publicará una vez que se haya compilado el material del festival en curso. Sin embargo, el título ya suena y despierta curiosidad ya que en la galería de arte al aire libre Paseo Chapultepec se exhibe una selección de fotografías de prensa de la historia del festival con retratos de personajes y momentos de glamour. No olvidemos que nuestro FICG empezó como una modesta Muestra de Cine Mexicano con dos sedes, el Instituto Cultural Cabañas y el Museo Regional por la calle Liceo. Como fruto del trabajo del cineclub Cine y Crítica A.C. y el primer curso de guión impartido por Jaime Humberto Hermosillo y la realización de Doña Herlinda y su hijo en 1984, cumplimos el sueño de crear en Guadalajara una fiesta para el cine mexicano (que, en la época, no gozaba de buena fama entre el público). Con un puñado de invitados nacionales y extranjeros y el apoyo de cinéfilos tapatíos, la primera muestra fue un éxito. En los años posteriores, la Muestra creció, extendió su mirada a América Latina, se volvió festival competitivo e integró el adjetivo internacional. Sin embargo, el centro palpitante siguió siendo el cine mexicano e iberoamericano.

Lo que detectamos cada año con agrado es que el FICG se renueva y ha decidido abrirse a audiencias jóvenes. En este año se integró una nueva sección llamada “Cine de Género” que reúne películas de horror, ciencia ficción y cine fantástico. También se ha creado un espacio dedicado a Tiny Desk Concerts, pequeños conciertos artísticos, una forma de videoclips de músicos con propuestas personales como los de Kevin Kaarl, quien, sin duda, atraerá a los jóvenes. También Portugal, como país invitado, sorprendió con una selección de extraordinarios cortometrajes de animación de Regina Pessoa.

De Brasil, Chile, y México sorprende la diversidad de propuestas fílmicas, tanto en lo narrativo como en lo estético y el tono. O último azul del brasileño Gabriel Mascaro –cuyo Boi Neon había dejado huella– narra con sutileza y poesía la rebelión personal de una mujer de la tercera edad que no acepta que el estado la ponga bajo tutela y encierra en un “paraíso” para gente mayor. Con un drama y un tono que recuerdan la obra de teatro Madre Coraje de Bertold Brecht, A mejor māe do mundo (La mejor madre del mundo) de Anna Muylaert, causa un profundo impacto. También el cine chileno sorprende con dos filmes que marcan polos estilísticos opuestos. Oro amargo de Juan Francisco Olea se nutre de los paisajes al estilo del Western para observar el desarrollo de una jovencita que se enfrenta al machismo para defender la mina de su familia. Mientras que Los años salvajes de Andrés Nazarala describen las tribulaciones de un ex rocanrolero de edad madura que lucha para salvar su sueño. Y qué decir del cine mexicano cuya sección Mezcal de ficción incluye el profundo drama de una joven pareja, mientras que con Auto, mota y rocanrol de José Manuel crea una divertida historia inspirada en la planeación y realización del Festival de Rock Avándaro en septiembre de 1971.


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