Cada vez que me acerco a una película o serie mexicana “de época”, me pregunto qué tanto reflejaría los estereotipos de “lo mexicano” que han marcado gran parte de la historia del cine mexicano. Con gusto veo que hoy en día tanto los largometrajes como los cortos que narran historias del pasado, aunque citen o rindan homenaje al cine “de antes”, revisan, resignifican e incluso reviertan los estereotipos temáticos y visuales a los que nos han acostumbrado. Como ejemplo basta con citar el cortometraje “*La milpa*” de Patricia Riggen (2002) que matiza y problematiza el rol femenino en tiempos de la revolución, contraponiendo el conflicto de una joven que se embaraza de su amado en tiempos de la revolución con el dilema de una estudiante de hoy que duda en abandonar a su familia para seguir a su novio al extranjero. A más de veinte años de *La milpa* la también jalisciense Isabel Cristina Fregoso ha realizado con “*La arriera*” una película que no sólo resignifica sino invierte y juega con los roles masculino femenino. La historia de Emilia (Andrea Aldana), una joven huérfana que vive en una familia rural profundamente patriarcal, huye del acoso de su hermanastro Martín (Luis Vegas) y del deseo por su hermanastra, para buscar sus raíces, autodescubrirse y construir una identidad y una vida libre de opresión.
Convertida en arriera y en su caballo, Emilia se separa de su amada hermanastra y, perseguida por Martín, quien se ha convertido en el defensor hegemónico de la familia, emprende la huida por la sierra y los bosques para llegar al mar. En el camino se encuentra con dos hombres que representan masculinidades distintas a la de Martín: Un arriero herido de muerte que le encarga una entrega y un joven atractivo e independiente que le enseña que su deseo también se está liberando. Interesante que la búsqueda por su padre la lleva a conocer el entorno femenino de su madre quien murió al dar a luz.
Isabel Cristina Fregoso se nutrió de elementos autobiográficos para crear el guión que creó en colaboración con Alfonso Suárez. El abuelo de la realizadora, oriundo de la región de Mascota, Jalisco, criaba mulas y el filme respira la autenticidad que la realizadora encontró a través de un profundo trabajo de investigación. La estética visual creada por la cinefotógrafa Sarasvati Herrera crea ambientes y entornos que acentúan la fusión de la historia con la naturaleza y los animales. Sierra, bosque tropical y mar son paisajes jaliscienses impresionantes y los caballos que, por lo general, son atribuidos al mundo masculino, acompañan con sensualidad a los personajes femeninos.
La sensibilidad – e incluso el humor – con los que el filme juega con los elementos de lo “*queer*”, dan fe de una realizadora madura cuyo “ojo” observador y crítico detecta y revela discriminación, injusticias y violencia pero también alegría, deseo y placer. No olvidemos que la realizadora se ha forjado en el documental. Su cortometraje *Chenalhó, el corazón de los altos* (2001) exhibió la discriminación y violencia hacia mujeres y niños indígenas, mientras que el largometraje *El aliento de Diós* (2007) mostró a monjas de distintas órdenes resistir en tareas inferiores que les asignó la jerarquía de la iglesia católica y apoyar a otras mujeres en situaciones de dependencia y explotación. También *Cristeros y federales* (2011) fue un cortometraje de ficción interesante. *La arriera* y su mundo femenino y sensual está por conquistar las pantallas de México. Le deseamos un largo camino.