“La falla”

  • La pantalla del siglo
  • Annemarie Meier

Jalisco /

Después de un montaje de imágenes de un pueblo mexicano, el patio de una escuela y los niños que son recibidos con su gel desinfectante en las manos, la película “La falla” de Alana Simōes nos introduce en un salón de clase donde un grupo de segundo de primaria y su joven maestra realizan un ritual de bienvenida y empiezan un nuevo año escolar. ¿Qué creen ustedes, qué saben ustedes, que es una falla? pregunta la maestra. Una niña le contesta: Una falla es cuando se va la luz de todo el pueblo. Cuando te equivocas en algo o fallas en algo, dice otra. Puede ser, responde la maestra y levanta la fotografía de un profundo valle con laderas de árboles. De ese tipo de falla en la que reconocen la barranca de Acatic, un pueblo de los Altos de Jalisco, donde viven, la maestra quiere saber cómo se formó. A la propuesta de los niños que fue por un meteorito, un choque de avión o que la hizo dios, la maestra les habla de los terremotos. Un temblor el mismo día de un simulacro oficial, les enseña que viven en zona sísmica.

La construcción de las primeras secuencias de La falla introducen al ambiente, presentan a los personajes y muestran el contexto en el que se desarrolla la película. Lo hace con gran sensibilidad y señalando desde el inicio que los protagonistas son los alumnos y que el documental capta la vida escolar desde la perspectiva de los niños. La cámara se mueve por el salón de clase a la altura de los niños, observa sus pies, manos, gestos y expresiones del rostro para mostrar sus percepciones, conflictos, gozos, aprendizajes y reflexiones. Tanto los temas que la maestra aborda con ellos porque están prescritos por los libros de texto como las preguntas, comentarios y algún que otro elogio o regaño, adquieren peso por la manera cómo responden los niños. Sorprende que al hablar del tema de la familia, la maestra ponga énfasis en tipos de familia no convencionales y que al tematizar los géneros, el cuerpo y los derechos del niño, la maestra trabaje con dibujos y figuras de cartón sobre los que intercambia vestimenta y señala con los colores del semáforo las zonas reservadas. En el proceso de aprendizaje los niños dibujan, recortan, pegan, opinan y debaten, actividades que fomentan la comunicación, la creatividad y la reflexión.

La concentración de la observación se centra en un grupo de niños cuyas características y roles sociales están marcadas por el entorno y el ambiente familiar. Ahí está el travieso Iker del que todos se quejan, la simpática niña rubia que apoya a los que la necesitan y el pequeño Mateo que se queja, contradice y nos hace reír con sus actos rebeldes. El hecho de acompañar al grupo en las últimas semanas que la maestra pasará con ellos pone suspenso al desarrollo y a los lazos emocionales entre los alumnos y la mujer. El documental muestra los acontecimientos en un mes de septiembre lo que lleva a reconocer el papel que los símbolos y rituales patrióticos juegan en la educación pública mexicana. Con su necesidad de movimiento y juego, los niños se aburren al tener que aprender a marchar, cantar el himno nacional y desfilar el 16 de septiembre. Sobre todo si es un día caluroso en el que se les obliga a llevar puesto el suéter y marchar al ritmo de tambores. Donde la película los muestra en su soledad, sueños, curiosidad infantil y juegos placenteros es en el recreo, en el parque y el jardín zoológico donde observan, en profundo silencio, los animales exóticos. El documental La falla es al mismo tiempo muy mexicano y local como universal. Divierte por la descripción de un proceso educativo progresista muy mexicano. Y atrapa por recordarnos una etapa de nuestra infancia en la que aprendimos que las palabras, la maestra, la convivencia y el descubrimiento del mundo pesan.


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