“Las Locuras”

  • La pantalla del siglo
  • Annemarie Meier

Jalisco /

Con el recuerdo todavía vivo de la película Familia que volví a analizar hace un par de semanas con un grupo de alumnos, me puse a ver Las locuras, el más reciente filme de Rodrigo García Barcha que forma parte de los estrenos de Netflix. Interesante que después de Familia que gira alrededor de un padre y sus hijas en el norte de México y transmite el ambiente fronterizo bicultural, con Las Locuras el realizador nos atrapa en el ombligo del país, una vieja mansión y departamentos en el centro histórico de la capital y sus estrechas calles aledañas. Como en Familia el tiempo se limita a un día.

Sin embargo, mientras que “Familia” muestra el campo y desarrolla los sucesos al aire libre y en terreno seco y polvoriento, “Las locuras” sucede en un día lluvioso y, en su mayoría, en interiores.

“Las locuras” como título del filme indica que el tema y conflicto central no es uno solo sino que son varios. Su desarrollo es paralelo e intercalado de manera fluida y con una especial maestría en construir una progresión dramática que sostiene el suspenso y ritmo del filme. Al entretejer la trama de varios personajes, en su mayoría femeninos, la película nos permite ensamblar un rompecabezas de momentos de conflicto y crisis en la vida de los personajes que han acumulado restricciones y sumisiones personales, familiares y sociales que provocan hastío, rebelión y arranques de ira.

Rodrigo García ha desarrollado una especial sensibilidad y maestría en mostrar personajes femeninos con características, vidas, objetivos y conflictos propios que se desarrollan solos y en relación con los demás y el entorno. En “Las locuras” la estructura se parece a la de una pieza de jazz que teje los solos de cada instrumento alrededor de un hilo narrativo central. La película empieza con secuencias dedicadas a Renata (Cassandra Ciangherotti), una mujer recluida y en abierta rebeldía en casa de su padre por un conflicto con la policía que conocemos hacia el final del filme. En las secuencias que siguen se nos muestra el trabajo y los dilemas de una veterinaria –bueno, suponemos que sea veterinaria – que, con su pareja, se dedica a aplicar la eutanasia a animales de compañía con enfermedades terminales. Más adelante observamos los conflictos de una empresaria exitosa que se enfrenta a su madre para poder ver a su amada cuya presencia oculta y a una actriz que se opone a la agresividad de un colega. Otro personaje que se rebela contra la familia y la estrecha moral convencional de la madre y la familia es una profesionista que “explota” como volcán durante una comida familiar. De manera excepcional el filme integra a los relatos de los personajes centrales, breves historias de los personajes secundarios como la del padre extranjero de Renata y la dueña del perrito enfermo.

Para resaltar el sensible y matizado desarrollo de los personajes, el realizador seleccionó un elenco de lujo que reúne a un grupo de actrices y actores sobresalientes como Cassandra Ciangherotti, Ilse Salas, Ángeles Cruz, Natalia Solián, Teresa Sánchez, Naian González, Luisa Huerta, Raúl Briones y el chileno Alfredo Castro. Entre todos y acompañados por un magnífico guión, una exquisita puesta en cámara, escena y diseño sonoro, crean una experiencia fílmica intensa y una pieza audiovisual que retoma y profundiza el tema de las sensibilidades y conflictos femeninos de la actualidad.


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