Se cumplen cuatro semanas desde que emprendimos un esfuerzo por dialogar con la sociedad para impulsar una reforma profunda a nuestro sistema de justicia. Hemos escuchado a las víctimas y sobrevivientes de la violencia, a especialistas y operadores de los poderes judiciales, y a mujeres de diversos orígenes, ideologías y especialidades.
Cada foro ha sido un espacio de enorme riqueza en experiencias, aportaciones y propuestas de cambio. Han sido espacios para escuchar y conectar con el dolor humano; para empatizar con la angustia y la desesperación de quienes han padecido las atrocidades de un sistema roto y corrupto. Sus voces y reclamos marcarán el rumbo del proyecto que formularemos para transformar a la justicia en un instrumento de paz, verdad y dignidad.
El cuarto foro “Juventud y justicia” que realizamos el pasado 8 de febrero en la Facultad de Derecho de la UNAM fue distinto en muchos sentidos. Buscamos generar un espacio para que las y los jóvenes pudieran reimaginar el futuro de la justicia. Para escuchar sus preocupaciones, anhelos y puntos de vista.
El resultado fue extraordinario. A lo largo del día escuchamos a un grupo plural de jóvenes exponer las ventajas de utilizar la innovación tecnológica para simplificar el acceso a los servicios públicos; los altos costos que genera el sistema notarial y la importancia de transitar hacia un esquema alternativo de registro y validez documental que resulte accesible e igualitario; la urgencia de implementar la justicia digital en todo el país para democratizar su acceso; y la importancia de consolidar a la justicia cívica como una política de prevención del delito para resolver conflictos sin recurrir al abuso del aparato penal.
Durante el foro, las y los jóvenes señalaron que no se puede hablar de justicia mientras persistan la pobreza extrema y la desigualdad; que resulta urgente impulsar la justicia social mediante políticas públicas transformadoras; que se debe ampliar el acceso a la justicia para que ésta sirva a todas las personas y no solo a quienes pueden pagarla; y que resulta necesario democratizar el lenguaje para que cualquier persona pueda entender y utilizar a las instituciones para defender sus derechos.
Una y otra vez, las y los jóvenes expresaron con arrojo su frustración ante el sistema de (in)justicia, su compasión ante el dolor ajeno, su convicción de que las cosas no pueden seguir igual.
Por ello, cerramos este foro con una gran ilusión y el corazón lleno de esperanza.
Las y los jóvenes de México no son indiferentes; no quieren regresar a un pasado de corrupción, discriminación y privilegios. Quieren un futuro distinto. Un futuro igualitario, sostenible, incluyente; con bienestar, seguridad, y prosperidad compartida. Un futuro en el que las mujeres vivan una vida plena y libre de violencia; en el que la diversidad sexual sea celebrada; en el que los pobres, olvidados y discriminados sean volteados a ver. Un país justo en el que las niñas, niños y jóvenes puedan alcanzar sus sueños en libertad.
En ellas y en ellos descansa la promesa de esa sociedad utópica. Ellas y ellos serán las protagonistas de ese gran proyecto de cambio, que ya se encuentra en curso. Con su talento, compromiso y esperanza —no me cabe la menor duda— lo haremos realidad.