El próximo 2 de enero la Suprema Corte de Justicia elegirá de entre sus integrantes al Ministro que la presidirá —al igual que al Consejo de la Judicatura Federal— durante los próximos cuatro años. Presenté mi candidatura porque estoy convencido de que el Poder Judicial de la Federación requiere de una renovación que solo puede lograrse a través de una voluntad política; de un compromiso activo; de un liderazgo que unifique en torno a una visión y un proyecto común.
La experiencia muestra que no hay reforma legal alguna que por sí sola pueda recomponer las instituciones. Es en las personas que las encabezan en quienes recae la tarea de fundar un nuevo pacto con la sociedad a la que sirven. Ése es el pacto que propongo a mis compañeras y compañeros ministros: que nos comprometamos con una nueva forma de impartir justicia. Que todos quienes conformamos el Poder Judicial de la Federación emprendamos juntos el proyecto de acercarnos al justiciable para ganarnos su confianza.
Esa confianza es la que nos legitima y es el único capital político con el que contamos para hacer valer nuestra independencia. Es la fuente de nuestra autoridad y la base para que nuestras resoluciones sean acatadas. Cualquier diálogo constructivo con los otros poderes del Estado pasa por una consolidación de nuestra autoridad moral y de nuestra legitimidad democrática, como fundamento para el ejercicio de nuestra autonomía.
Los ejes en torno a los cuales considero que debemos actuar para ello los he expuesto anteriormente: austeridad, transparencia, comunicación, combate a la corrupción y al nepotismo. Todo esto con un acompañamiento y una retroalimentación constante con la sociedad civil, a partir de una visión más participativa y deliberativa de la impartición de justicia.
Nada de lo que propongo es novedoso u oportunista; son ideas que he sostenido toda mi vida y son incluso parte del decálogo que me comprometí a cumplir cuando comparecí ante el Senado de la República durante el proceso de designación en el que fui nombrado ministro. Los principios que allí afirmé son los que han guiado mi labor jurisdiccional, la cual está abierta a escrutinio, y son los que impulsaría desde la presidencia de la Suprema Corte.
Pero para que este proyecto sea exitoso, además de un rumbo claro, se requiere contar con el talento, las cualidades, habilidades y distintas perspectivas de todas las ministras y ministros, a través de lo que debe ser una presidencia colegiada e incluyente, en la que las grandes decisiones sean tomadas a través de un diálogo robusto que permita alcanzar consensos. Es a partir de la unidad que podremos hacer más efectiva nuestra labor y más potentes nuestros mensajes.
De igual manera, es indispensable escuchar las voces de juezas, jueces, magistradas y magistrados, que día con día se entregan a sus funciones con valentía, esfuerzo y rectitud, ya que son la cara de la justicia federal y su principal fortaleza, por lo que es a ellas y a ellos a quienes debemos apostar como principales agentes de la necesaria renovación institucional. Brindarles las condiciones para que puedan cumplir su papel con el máximo profesionalismo e independencia debe estar en el centro de nuestras prioridades.
El Poder Judicial de la Federación es una institución que ha servido a México. Con lo imperfecta que pueda ser nuestra democracia y con lo mucho que falta por hacer en el terreno de las desigualdades, es necesario reconocer que la justicia federal ha jugado un papel definitorio en la construcción del Estado de derecho y ese es el mensaje que debemos reinvidicar.
Los tiempos que vivimos requieren de una visión unificada y un objetivo común, que no puede ser otro que la salvaguarda de nuestro rol como contrapeso del poder y protector de los derechos humanos, consustanciales al Estado democrático. Cualquiera que sea el resultado de la elección, mi compromiso con estos valores no cejará, pero espero tener la oportunidad de aportar, desde la trinchera de la presidencia, mi contribución a esta construcción colectiva que es la Justicia.
¿Por qué quiero presidir la Suprema Corte?
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Arturo Zaldívar
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