El pasado 2 de junio el pueblo de México eligió a la primera presidenta de nuestro país y de Norteamérica por una mayoría abrumadora. Con una participación de casi 61 por ciento del electorado y cerca de 35 millones de votos —más de 30 puntos porcentuales arriba de la candidata opositora—, Claudia Sheinbaum se convirtió en la candidata presidencial más votada en nuestra historia reciente. Llega, además, con un robusto mandato popular para llevar a cabo las transformaciones que el país demanda, como lo muestran los resultados obtenidos en el Congreso de la Unión y en todas las entidades federativas por el movimiento que encabeza.
La derecha no comprende el resultado. Acusan que la democracia ha muerto. Nublados por la soberbia y convencidos de que el pueblo es ignorante, son incapaces de articular una explicación real para su estrepitoso fracaso. Hoy, la democracia les da una dura lección de humildad. Para gobernar no bastan las calumnias, se requiere un proyecto que defienda los derechos de la gente; se requiere capacidad, amor por el pueblo y congruencia.
En tal sentido, no es extraño el resultado electoral. Una vez más, la gente rechazó en forma contundente el viejo régimen de corrupción y privilegios que por décadas vulneró las libertades de millones de mexicanos en beneficio de unos cuantos, acentuando la pobreza, la discriminación, el racismo y el clasismo en nuestra sociedad. Un proyecto que desprecia los derechos de las personas más pobres y busca desmantelarlos a cualquier costo.
En su lugar, el pueblo reiteró su confianza por un proyecto que busca abatir la pobreza, desterrar la discriminación y garantizar los derechos de todas las personas; sobre todo quienes menos tienen. Un proyecto de bienestar, que durante los últimos seis años permitió a más de 5.1 millones de personas salir de la pobreza, y que aumentó el salario mínimo en 116 por ciento, incrementó el ingreso de las personas más pobres de la población trabajadora en un 98.8 por ciento, disminuyó la pobreza laboral en 4.9 puntos porcentuales y redujo la desigualdad salarial en 18.4 por ciento.
El 2 de junio la gente expresó su repudio por la derecha y por su política individualista basada en el odio, el miedo, la indiferencia y la exclusión. En su lugar, manifestó su respaldo por un proyecto de prosperidad compartida que aspira a consolidar un auténtico Estado de bienestar, con honestidad, disciplina financiera, desarrollo sostenible, innovación pública, educación, ciencia, cultura, paz, seguridad y justicia. Un programa de vanguardia con propuestas que destacan por su solidez técnica y por su congruencia moral. Una visión igualitaria, que mira de frente a las profundas injusticias que dividen a nuestra sociedad y concibe al poder como un instrumento para transformarlas.
Ante todo, la gente expresó su respaldo inequívoco por una mujer de izquierda, progresista, científica, sensible y cercana a la gente. Una líder que conectó con las y los jóvenes, mujeres, maestros, personas indígenas, campesinos, empresarios y estudiantes. Una humanista que ha dedicado su vida a luchar por la igualdad sustantiva, y que hoy encabeza un proyecto de Nación fundado en el amor hacia el pueblo, la reconciliación y la esperanza.
Felicito profundamente a la doctora Claudia Sheinbaum: presidenta electa de México. Es un honor acompañarla. Su triunfo democrático reivindica las luchas sociales contra el autoritarismo, los movimientos estudiantiles, las pugnas por la equidad de género, las demandas de igualdad. Es un golpe de esperanza. Un signo de que seguiremos escribiendo una historia diferente. La historia de un México resplandeciente: próspero, justo, igualitario y en paz.