El fuego purificador

Estado de México /

A mitad de patio Natalia ya dispone unos cuantos leños y un grupo de piedras de río. Después de retirar algo de hierba, hojas y pasto, aplana la tierra llana y comienza a encender un fuego. Al cabo de unos minutos, con ayuda de las piedras, monta un tlecuil, un comal y comienza a dorar jitomate, cebolla, ajo y chile. Más tarde, quita el comal, y después de preparar una salsa roja con dichos ingredientes, coloca sobre el fuego directo un trozo de carne empalado en una varilla, el cual una vez cocido es servido en un pequeño plato, que acompaña una buena cucharada de salsa, y aquel acto se convierte en un manjar para el cuerpo y el alma.

Las sapiencias ancestrales nos han acompañado a lo largo de toda la vida humana, a través de ellas podemos diferenciar entre plantas nutritivas y venenosas, animales peligrosos y mansos o insectos ponzoñosos e inofensivos. Pero de entre todo este universo existen elementos que no solo les dimos una clasificación como bueno y malo, también tenemos aquellos que son purificadores y transformadores. Uno de ellos es el fuego, del cual, según las tierras lejanas de Oriente, se puede conceptualizar como parte de La teoría del cosmos culinario, la cual indica que el consumo de cualquier alimento debe ser una vez cocinado, ya que de esta forma se aprovechaba la esencia del producto. Razón por la cual, por ejemplo, la carne y las verduras tenían una mejor consistencia, sabor, digestión y aprovechamiento de nutrientes.

Continuando con el principio de esa teoría, esta se equiparaba con la alquimia, la cual, de igual forma, buscada conocer, a través del fuego, la esencia de todas las cosas. Es así como, al aplicarlo a plantas como el trigo o la caña, se podían obtener dos productos de suma importancia tanto para las civilizaciones primarias del continente asiático como europeo y africano, la harina y el azúcar. De aquí se desprendían dos alimentos que se convirtieron en íconos del progreso espiritual: el pan y el azúcar blanca o refinada.

Del mismo modo, el uso constante del fuego les daba refinamiento a las comidas, las alejaba de su estado natural, visto como salvaje o primitivo. Razón por la cual, de manera hipotética, podríamos dar explicación a los tiempos perpetuos en que un puchero podía estar al fuego en la Edad Media, que en otras ocasiones hemos bautizado como “el caldero de la bruja”, esto con base en las imágenes mentales que nos heredaron los cuentos de los hermanos Grimm, con historias como Hansel y Gretel. Y que, con el Renacimiento y el retorno a las cocinas más naturales, significó el fin de la Época Medieval y la visión del fuego con un ser purificador.

Hoy en día, el uso del fuego directo para asar carne puede significar parte de la hombría salvaje, donde un asado es llevado, en la mayoría de los casos por hombres. Mientras que las comidas crudas son emblema de dietas para bajar de peso o estar en contacto con la naturaleza.


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