En seis días Claudia Sheinbaum Pardo tomará protesta como primera presidenta de México y no la va a tener fácil. Desde el primer día en su nuevo cargo, Claudia enfrentará retos mayúsculos. Su trayectoria, sus logros y su singularísimo estilo de ser y hacer política sugieren que, a pesar de las muchas sombras, tiburones y obstáculos que habrá de enfrentar, Sheinbaum conseguirá hacerse dueña de su nueva silla y, desde ella, construir un muy buen gobierno.
Como han señalado numerosos analistas y comentaristas, es cierto que, desde su contundente triunfo electoral el 2 de junio, Claudia ha estado desdibujada y le ha cedido prácticamente todo el protagonismo y mucha influencia sobre su gabinete, así como sobre la integración de la nueva dirigencia de Morena al presidente López Obrador. Es cierto, también, que Sheinbaum ha avalado la agenda de AMLO de aprobar a todo vapor un conjunto de reformas constitucionales que implican una remodelación de fondo de nuestro régimen político y que entrañan riesgos importantes (en especial la reforma al Poder Judicial).
Todo lo anterior ha generado muchas inquietudes sobre la capacidad de Sheinbaum para construir un gobierno propio que no esté ni tutelado ni seriamente acotado por su predecesor. A ello hay que agregar las entendibles preocupaciones que despierta el que las fracciones parlamentarias de Morena en ambas cámaras del Congreso federal estén a cargo de dos hombres —el género importa— también cercanos a AMLO, pero, sobre todo, llenos de ambiciones políticas propias, muy experimentados y diestros en el mundo de la política-tenebra.
Claudia habrá de enfrentar en sus labores de gobierno, además, situaciones y desafíos inusualmente complejos y delicados. Destacan, en lo inmediato, tres en particular: una crisis de seguridad al rojo vivo, la fragilidad de las finanzas públicas y la posibilidad de que en las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos gane Donald Trump.
No, no la va a tener fácil la nueva presidenta. Pero, antes de dar por cierto lo de un segundo Maximato con AMLO gobernando detrás del trono, como lo hizo a principios de los 1920s Plutarco Elías Calles, convendría recordar la trayectoria política de la presidenta electa. No sus fortalezas técnicas, mismas que conocemos de sobra, sino sus singularidades como política. Enlisto a continuación las que me parecen más distintivas y relevantes.
En claro contraste con AMLO y con muchos políticos hombres fuera y dentro de su partido, Claudia es una política sobria y discreta que parece sentirse cómoda y brillar no bajo los reflectores, sino fuera de ellos.
Sheinbaum es experta mundial en tratar con Andrés Manuel López Obrador, el hombre más popular y poderoso del país, y una persona de carácter, por decir lo menos, difícil.
Su estilo personal no es el del impulso, sino el de la mente que planea y aquilata estratégicamente el contexto en el que decide y actúa.
Claudia sabe trabajar en equipo y, si bien tiene un estilo de dirección vertical, escucha y genera lealtad, apego y admiración fuerte entre sus subordinados y colaboradores.
Profesional orientada, sobre todo, a producir resultados, para quien los datos, los números y los detalles de la instrumentación de las acciones son fundamentales.
Mujer políticamente ambiciosa que ha sabido rebasar a hombres con mayor visibilidad y peso político en distintos momentos de su vida. Piénsese, por ejemplo, en los pesos completos que fueron sus rivales para la candidatura de Morena a la Presidencia, pero también en cómo resultó infinitamente más exitosa políticamente que los líderes centrales del CEU (Carlos Santos, Imanol Ordorika y Carlos Imaz) tan prometedores y carismáticos del movimiento estudiantil en la UNAM de mediados de los 1980s, en los que Claudia se inició en las lides políticas.
Política que, a diferencia de muchos políticos y de políticas más jóvenes, no practica la confrontación abierta ni el desplante en plan espectáculo.
Durante su gestión como Jefa de Gobierno de la CdMx, Claudia fue disciplinada y muy cercana al presidente López Obrador. Sin pleitos ni rupturas, de forma sagaz e inteligente; sin embargo, eligió sus batallas y eligió prioridades distintas a las de su jefe y mentor y modos propios de gobernar. Por ejemplo, en seguridad, medio ambiente, movilidad, educación y ciencia.
Resulta disparatado imaginar que Claudia llegó adonde está por ser buena técnica o hija obediente. Claudia está donde está porque ha sido y es una practicante muy diestra en las artes de las política. Su forma de practicar la política es, claramente, muy distinta a la de AMLO y también a la de la mayoría de los políticos mexicanos. Lo suyo es el “mátalos callando”, la discreción, la sobriedad, el autocontrol, el pensamiento estratégico, las convicciones firmes, la serenidad y la paciencia. Un estilo muy singular que ha probado ser muy exitoso y que le aportará a la República un sosiego y un orden harto necesarios.