Paradojas de la memoria

  • Columna de Bruce Swansey
  • Bruce Swansey

Ciudad de México /

Hasta el primero de diciembre nadie sabía que en el barrio de Rathgar, en Dublín, hay un pequeño parque. Su relevancia no obedece a ningún interés botánico sino a que fue dedicado a la memoria de Chaim Herzog. La guerra en Gaza ha suscitado la discusión acerca de borrar el nombre de Herzog.

La respuesta al ataque atroz perpetrado por Hamás el 7 de octubre de 2023 durante la celebración de Simchat Torah en un asentamiento judío cercano a la frontera, tiene consecuencias imprevistas y algunas suceden lejos de su epicentro.

La brutalidad del ataque causó la muerte de 1,200 personas y el secuestro de 251 rehenes selló la reputación de Hamás como un grupo terrorista. La violencia contra civiles en Israel fue lo peor que pudo ocurrir para Palestina. Lo que se percibía como una causa justa frente al Estado israelí se convirtió en una repulsa unánime. La reacción fue inmediata y su fuerza ha dilapidado Gaza cobrándose una venganza que, según quienes abogan por cambiar el nombre del parque, aprovecha la atrocidad para llevar adelante una guerra colonial.

70,525 civiles palestinos han muerto y los sobrevivientes, exhaustos, mutilados y víctimas de la inanición creada han sido desplazados incesantemente entre ruinas que recuerdan Alepo arrasada por armas rusas.

La desmesura de la respuesta del gobierno israelí persigue la conquista del territorio porque la Biblia según los invasores es una escritura a perpetuidad, no un texto sujeto a interpretaciones como todo clásico. Tomarla al pie de la letra puede modificar al lector y volverlo un apóstol de la conquista de la nueva Riviera mediterránea. Para hacer realidad el ideal de los bienes raíces acaso pronosticado en la Biblia, es necesaria la limpieza étnica. Habría que reubicar a los palestinos y convencer a otros países que los acepten. El apoyo del factor naranja obedece a su “visión” de Gaza como oportunidad de oro para desarrollar un emporio de cristal y acero y casinos. Todo muy glam. El mundo es un botín para quien sabe aprovecharlo.

Para volver a Chaim Herzog, nació en Belfast y se educó en Dublín, donde Isaac Herzog, su padre, fue rabino. Su nieto, también llamado Isaac, es el presidente actual de Israel, a quien Trump pidió públicamente exonerar a Netanyahu por presuntos delitos de corrupción.

Chaim se trasladó a Palestina en 1935 y continuó sus estudios en Jerusalén. Allí fue miembro de Haganah, un grupo paramilitar. Durante la Segunda Guerra Mundial Chaim luchó en el ejército británico y rescató a prisioneros de los campos de concentración enviándolos a Palestina. Herzog fundó los servicios de inteligencia israelíes y en 1967 participó en la guerra árabe israelí que finalizó con el control de la franja oeste de Palestina, que gobernó. En 1983 fue electo presidente de Israel, en cuyo cargo condonó asesinatos realizados por grupos paramilitares. Herzog condenó la intifada que reprimió vigorosamente reivindicando el derecho de Israel a defenderse, lo cual le ganó la reelección en 1988. Después de una larga enfermedad murió en Tel Aviv en 1997.

Atleta, hombre de principios y acción, Herzog dejó varios libros sobre temas bélicos surgidos de su experiencia.

Tanto en Israel como entre las comunidades judías en el mundo, Chaim Herzog es un héroe cuya memoria inspira respeto y admiración que en Dublín se plasma en el parque que lleva su nombre y que actualmente es motivo de una agria discusión. Según un grupo de ciudadanos, de funcionarios y diputados, Herzog es parte de una historia colonialista que desde la fundación del Estado de Israel ha despojado y exterminado palestinos. Desde entonces, quienes objetan que el parque lleve su nombre, creen que los colonos israelíes ejercen la violencia para apoderarse diariamente de una tierra que no es suya.

La iniciativa ha sido considerada como antisemitismo, una acusación esgrimida cada vez que se critica el genocidio en Gaza que, arguyen, asombra precisamente porque es realizado por un pueblo perseguido. Quienes desean cambiar el nombre del parque consideran que conservarlo es una infamia.

El primer ministro de Irlanda rechaza el reclamo aduciendo que juzgar hechos pasados con ojos actuales es anacrónico. Irlanda, afirmó, es un país inclusivo que valora la contribución de la comunidad judía. La disputa por el parque ha permitido aquilatar su presencia en Dublín. El rabino Yoni Wieder señaló que más que el nombre de un individuo, el parque Herzog es un espacio simbólico de las profundas raíces de la comunidad judía en Dublín. Según el rabino Wieder la propuesta se suma a un cambio notable desde hace dos años.

La mayoría de los políticos han secundado al primer ministro, con la excepción de la izquierda que adopta el reclamo y muestra su oportunismo y en el caso de Sinn Féin también su hipocresía.

En 1940 Sinn Féin expresó su admiración por los nazis, a quienes consideraba salvadores de Europa y de Irlanda porque destruirían a la pérfida Albión. También se manifestó contra la llegada de los refugiados que habían sobrevivido el holocausto. Su entusiasmo por el totalitarismo es quizá lo único que ha permanecido durante un siglo y define la moral de ese partido. Mary Lou MacDonald, su líder, no tiene reticencias para dar discursos ante la estatua de Sean Russell en el parque Fairview, en Dublín, sin que ninguno en ese partido se pregunte acerca de la licitud de celebrar a un conspirador nazi. Su indignación por Palestina vale tanto como cualquier otra causa que les otorgue los votos de un electorado descontento en busca de partido.

Un reportero pregunta qué nombre ponerle al parque en lugar de Herzog.

—Ludwig Wittgenstein, sugiere el ciudadano ilustrado.

—¿Ca?

—Uno de los filósofos más importantes del siglo XX.

—Ah, dice.


Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.