En el episodio de Los Simpson titulado Bart, el genio, el primogénito de la familia es enviado a una escuela para niños superdotados luego de haber cambiado su examen por el de un compañero con más habilidades académicas.
Después, en una clase para escolapios sobresalientes la maestra habla de las paradojas que afectan la vida y pide a Bart dar un ejemplo. Al chaval lo único que le viene a la cabeza, consciente de su travesura y sus limitaciones, es decir: “Malo si lo haces, malo si no lo haces”. La respuesta, que poco satisfizo a la maestra, ilustra los alcances de un hecho que no complace a ninguna de las partes en una situación cualquiera.
Asistiendo a las enseñanzas del clásico que advertía que ningún chile embonaba a cierta raza, hay cuestiones que sirven de ejemplo, como lo infructuoso de un diálogo sobre las condiciones ambientales como punto de partida, pues no importa lo que ocurra, siempre habrá un pero cuando de meteorología se trata.
Quién iba decir que el mentado cambio climático tendría sus lados positivos, como la búsqueda de conciencia en la gente, que oleadas de ociosos se entretuvieran con esa temática e incluso la posibilidad de acudir a ella para romper el hielo y estimular la socialización.
Pero, qué pasaría si el asunto no fuera ni muy caluroso ni demasiado frío, que lloviera lo necesario y sólo de forma discreta. Que la humedad no resultara incómoda y los vientos soplaran lo necesario. Que cayera nieve casi decorativamente y hubiera algunas nubes en el cielo que no estropearan la luminosidad, ni generaran pesadumbre. En suma, que el clima, parafraseando a León Felipe, no haga callo ni en el alma, ni en el cuerpo.
Sería interesante que el tema no detonara las pláticas, que no hubiera razón para quejarse y que la creatividad se estimulara con cosas menos triviales, aunque el ser humano se las arreglaría para banalizar cualquier circunstancia y lamentar hasta la levedad de los entornos más piadosos.
En El club de la pelea se lleva a cabo un proceso de selección de personal para formar parte del grupo de disidentes sociales. Mientras buscan ser aceptados, los aspirantes pasan día y noche apostados a las afueras de la casa donde el protagonista hace las veces de gestor de recursos humanos.
Aplicando severos criterios se da el lujo de rechazar gente bajo el argumento de que se es demasiado alto, demasiado bajo, rubio, gordo o demasiado algo. El proceso de reclutamiento termina siendo hilarante y hasta absurdo.
Así se desarrollaría la narrativa de quienes sucumban a la tentación de hablar del estado del tiempo, pues las condiciones, además de ser excesivamente gratas para la vida, resultarían a modo para el esparcimiento y hasta exquisitas para la parloteada. Por eso el clima no cambia y no por otras perniciosas razones.