El problema de estar tan metido en el bosque es que en ocasiones no se ven los árboles. Y en el peor de los casos no llega a verse siquiera la propia foresta. Algo así ocurre con las celebraciones de todo aquello que huela a mexicano. Hace algún tiempo pululó por aquí y por allá la frase Mexico is the shit, buscando en la ironía idiomática honrar la idiosincrasia nacional y restregar en la cara del extranjerismo lo que resulta muy de acá.
El problema no es decirlo, es que se acaba creyendo semejante ocurrencia, como si por el mero hecho de haber visto la primera luz en esta geografía hubiera justificación para algunas cosas que suceden. Pintorescos asuntos que de habituales se convierten en parte del paisaje urbano. Y no es que no se disfrute y hasta sirva de regodeo ser de estas tierras, pero hay asuntos que documentan fielmente el peculiar carácter del espectro tricolor.
Celebratorio y ceremonioso como es el mexicano, decir provecho es parte de su liturgia alrededor de la comida. No importa a cuántas personas se encuentre en el camino, en una suerte de obligación moral se prodiga a diestra y siniestra el deseo del aprovechamiento manducatorio. Y lo peor es que da lo mismo si el aprovechante tiene la boca ocupada, se espera un “gracias, igualmente”, luego de la mentada costumbre que llega a adquirir tintes de “provechito”, dada la proclividad de nuestra estirpe que hace diminutivos de todo.
En el entorno de la festividad, vestirse de mexicano para celebrar el 15 de septiembre es otro de esos casos que hemos normalizado a punta de reiteración. También el consumo conspicuo de destilados de agave, como si no hubiera mañana, ni resto del año, claro está. Es esa coyuntura la que lleva a comer antojitos mexicanos que están disponibles en otro momento. Y, en el colmo del descaro, provoca acudir a su majestad pachona, el pambazo, cuando bien se podría disfrutar de los placeres que provoca más allá de su periodo de moda.
Y podemos sumar y seguir. El infaltable “¿No trae cambio?”, que en cualquier tenderete se puede escuchar ante la falta de previsión (y de marmaja) del comerciante. La vocación por los desfiles y bailes donde los protagonistas suelen ser hombres vestidos de mujeres, en especial en un país profundamente machista y misógino. O la falta de puntualidad que obliga a llegar a los compromisos sociales de menos media hora después de la cita, no vaya a ser que se tome como grosería estar a tiempo.
Se atribuye al filósofo inglés Thomas Hobbes la idea de que la suma de las individualidades otorga identidad al colectivo que se conforma. Así pasa en el caso nuestro y también a la inversa. El bosque definido por sus árboles y estos dotados de sentido mediante el paisaje.