Además de las lamentables pérdidas humanas, los brotes epidémicos también “infectan” a las economías. México redujo en 0.4% su PIB en dos semanas debido la crisis de la Influenza H1N1; Corea del Sur, por su parte, perdió 2.6 billones de dólares en turismo en dos meses por la crisis del MERS. Por ello, los países no tienen incentivos para declarar una epidemia en sus etapas iniciales.
El dilema no es sencillo, las razones político-económicas pueden jugar tanto o más que las médicas. En esta ocasión, y derivado de la gravedad de la situación, al momento de escribir estas líneas la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado el brote del Coronavirus como emergencia global. Situación que no siempre es tan expedita.
La epidemia del Ebolade 2014, en África, cobró la vida de 11 mil personas, pero la OMS tardó ocho meses en declararla emergencia, y lo hizo hasta que hubo casos en Estados Unidos y Europa. El SARS es otro ejemplo.
En febrero de 2003 las autoridades chinas informaron del problema, pero se cree que la epidemia ya había sido identificada desde varios meses atrás. Su falta de transparencia dificultó la atención del tema.
El manejo del SARS impuso un costo muy alto para China y sus vecinos. Se estima que 916 personas murieron y más de 8 mil resultaron contagiadas. Durante la etapa más crítica de la epidemia, el crecimiento económico anualizado de China se redujo del 12% al 3.5%. Además, China se ganó la desconfianza global en el manejo de pandemias.
Con el Coronavirus, las cifras indican que podemos estar ante una situación tan grave o más que en 2003. Hasta ayer la cifra de contagios era de 7 mil 711 casos, con 170 muertes (2.2% de letalidad; porcentaje cercano a la pandemia de 1918).
Asimismo, se proyecta que el PIB chino tendría una reducción de, al menos, 1% en el primer trimestre del año;un golpe muy duro para la economía regional.
Después del SARS, China ha reconstruido su imagen y es otra en 2020.
Con mayor prosperidad, transparencia y liderazgo internacional, Beijing ha respondido con mayor prontitud ante la actual crisis sanitaria. Su prestigio e influencia como potencia global también están en juego.