En el discurso de la presidenta Claudia Sheinbaum cambiaron las formas y el tono, pero también el mensaje de fondo, para quien lo quiera ver con objetividad; con “cabeza fría” como lo afirmó la propia mandataria. Pronto sabremos si también hay un giro en las políticas públicas para el desarrollo científico y tecnológico. Eso se anticipa.
Si bien una parte de sus palabras refuerzan la continuidad de las políticas del sexenio de Andrés Manuel López Obrador (no podría ser de otra manera), hay elementos que permiten vislumbrar un giro hacia el modelo de “Estado emprendedor”, propuesto por la economista Mariana Mazzucato.
Para Mazzucato, el Estado emprendedor no se limita a corregir fallas del mercado, se convierte en un actor clave que crea mercados e impulsa la innovación. Para ello, el Estado debe tomar riesgos en áreas estratégicas, con la capacidad de invertir, coordinar y fomentar el desarrollo tecnológico, como lo hicieron agencias como la NASA o DARPA en Estados Unidos.
Sheinbaum propone hacer de México una “potencia científica y de innovación”. Es notorio que ya no se habla de “soberanía” sino de colaboración, vinculando las ciencias básicas y aplicadas con sectores prioritarios, públicos y privados, del desarrollo nacional. Otro aspecto central del mensaje es la importancia que otorga a la inversión privada y extranjera, así como el aprovechamiento del nearshoring como la gran oportunidad.
Muy evidente fue el énfasis en fortalecer nuestra relación económica más importante: con América del Norte, en el marco del TMEC. No más “pausas” diplomáticas. Por cierto, la gran ausencia en el discurso fue China, ni una mención sobre la relación con el gigante asiático.
¿Cuál es la diferencia entre el estatismo de los 80´s y un Estado emprendedor del siglo XXI? El primero controla y limita a la iniciativa privada, con una visión asistencialista. El segundo invierte y convoca a grandes misiones de desarrollo, con empresas, universidades y sociedad civil. Sin embargo, para ello, es indispensable que el Estado cuente con más recursos, a través de una reforma fiscal. Esa es la gran incógnita del sexenio. El mensaje de la presidenta invita al optimismo.