A escasos días de las elecciones presidenciales en EEUU, Donald Trump está a un paso de regresar a la Casa Blanca. Si bien las encuestas muestran un “empate técnico”, el momento le favorece. Según RealClearPolitics que analiza tendencias de las casas apostadoras, Trump tendría 65% de probabilidades de ganar, frente a 35% de Kamala Harris. Ojalá se equivoquen.
¿Cómo es posible que el país “símbolo” de la democracia pueda elegir nuevamente a una figura que desprecia todo código civilizatorio? ¿Qué explica que la superpotencia económica, científica y militar esté a punto de empoderar a quien representa la “bancarrota moral” y ha sido condenado penalmente por delitos graves?
En una sociedad tan desigual, donde unos pocos acaparan la mayor parte de la riqueza y el 50% más pobre posee solo el 1%, los discursos que polarizan son capitalizados con éxito por la causa trumpista. Pero eso no lo explica todo. Para entender mejor esta crisis es útil recurrir a las reflexiones de Michael Sandel y de Ronald Daniels, especialmente sobre el papel de los sistemas y las instituciones educativas.
Sandel, en La Tiranía del mérito, advierte que una sociedad como la estadounidense, donde apenas 40% de la población adulta posee un grado universitario, la educación superior se ha vuelto “artículo de lujo” y el credencialismo representa el “único prejuicio legitimado”, es difícil mantener la cohesión social y, por ende, la democracia.
También Daniels, como rector de Johns Hopkins, la universidad más antigua de EEUU, pone el dedo en la llaga sobre la ineludible corresponsabilidad de las universidades en la erosión de valores democráticos, advirtiendo que “las casas de estudio tienen una deuda fundamental con la formación de ciudadanos”. La educación superior, dice Daniels, no debería estar enfocada solo en la profesionalización, sino también en crear una ciudadanía crítica, con un fuerte compromiso con los valores humanistas. Algo está fallando.
La democracia, en esencia, depende del compromiso cívico de las personas. Y ello, ni se hereda ni se reproduce automáticamente. Las universidades debemos asumir un mayor compromiso y responsabilidad en la formación en valores.