La Fiscalía de la nación sigue atrapada entre omisiones imperdonables y diligencias selectivas, alineadas a conveniencia del régimen.
El debut de Ernestina Godoy parece confirmar que no llegó a la FGR para corregir las arbitrariedades cometidas bajo la titularidad de Alejandro Gertz Manero, sino para continuar su estilo en una institución dizque “independiente” que actúa “de buena fe”, pero que se mueve más por el cálculo político que por mandato y rigor constitucional.
Quiero suponer que lo hará, pero ya va siendo tarde para que desmonte aberraciones tan demenciales como la reactivación de la “tesis” del “segundo tirador” en Lomas Taurinas (hace casi 31 años). La perversidad fue invento del miserablemente célebre Pablo Chapa Bezanilla, reciclada por Andrés Manuel López Obrador para irse sobre Genaro García Luna y Carlos Salinas de Gortari, pero insistir en una hipótesis imposible constituye una marranada colosal que llevó a la cárcel a un inocente.
Lo mismo sucede con el expediente inconcluso que mejor exhibe la degradación del Ministerio Público Federal, que después de comprobar el montaje de la narcofiscalía de Sinaloa sobre el asesinato del ex rector Héctor Melesio Cuén y documentar inconsistencias, fabricación de patrañas y manipulación probatoria, nada hizo contra los responsables.
¿Godoy se atreverá a tocar el avispero narcopolítico agitado por el secuestro de El Mayo Zambada y el eventual involucramiento del mandatario Rubén Rocha Moya, o la Fiscalía diagnostica, pero no actúa?
Tampoco hay señales de que la FGR se desistirá de las acusaciones y encarcelamiento de una veintena de militares a quienes la 4T, confiada en criminales a quienes cobijó como “testigos protegidos”, implicó en la desaparición y asesinato de Los 43 de Ayotzinapa.
En vez de enfrentar asuntos que comprometen la credibilidad institucional, Godoy eligió una entrada en funciones de utilidad política mediante la captura del ex gobernador priista de Chihuahua César Duarte, adversario histórico del obradorato y pieza central de un pleito que inició su sucesor (entonces panista, hoy morenista) Javier Corral, perseguido a su vez por supuesto peculado por la gobernadora panista de Chihuahua, Maru Campos (en este punto, recuérdese que Corral fue rescatado personalmente por el encargado del despacho de la fiscalía capitalina, Ulises Lara, (con título exprés de una universidad patito).
Lara lo protegió hasta que Corral pudo protestar como senador y gozar de fuero. El episodio es tan torcido que debió provocar ceses, consignaciones y renuncias fulminantes.
A ello se suma el primer bandazo conceptual en la era Godoy: la explosión del coche bomba en Coahuayana, Michoacán, calificado, en comunicado oficial de la FGR de acto “terrorista”, y que redujo a “delincuencia organizada”.
En vez de reconstruir la credibilidad del Ministerio Público, la fiscal parece dispuesta a consolidar la doctrina Gertz persiguiendo a vulnerables, sirviendo a los aliados y administrando de manera facciosa la procuración de justicia...