Variantes de lo que dijo Trump de las administraciones demócratas pregona el lopezobradorismo sobre los seis gobiernos “neoliberales” anteriores a la 4T.
A partir de sus descalificaciones, Trump prometió:
“La Edad de Oro de América comienza ahora mismo. A partir de hoy nuestro país volverá a florecer y será respetado en todo el mundo. Seremos la envidia de todas las naciones y no permitiremos que se aprovechen de nosotros nunca más. Durante cada uno de los días de la administración Trump, simplemente pondré a Estados Unidos en primer lugar. Nuestra soberanía será recuperada. Nuestra seguridad será restaurada. La balanza de la justicia se equilibrará de nuevo. El uso injusto, violento y cruel del Departamento de Justicia y nuestro gobierno como arma terminará, y nuestra máxima prioridad será crear una nación orgullosa, próspera y libre…”.
Como si no lo fuera.
AMLO prometía terminar con la corrupción, no mentir, no robar y litros de gasolina a 10 pesos.
Ideológicamente opuestos, pero sin duda carismáticos, comparten características extralógicas que los mueven a comportarse como si hubiesen sido bordados a mano y estuvieran destinados a trascender como nadie más en la historia universal.
Los dos han experimentado vivencias que asumen como epifanías:
AMLO porque, solía contar, trabajando en Tabasco para el gobernador González Pedrero, en una comida campestre se puso a echarse clavados en un remanso del Grijalva y en uno de esos, aunque lo intentó varias veces, no podía salir; se encomendó a Jesucristo (“Jesús Cristo”, le dice él) y logró emerger y recuperar el aliento. Recogió sus cosas, se fue a su casa sin despedirse de nadie, le platicó el incidente a su madre y ella le dijo que fue un llamado de Dios para que le dedicara su vida.
Trump también se piensa elegido;
“Aquellos que desean detener nuestra causa han tratado de quitarme la libertad y, de hecho, quitarme la vida. Hace apenas unos meses, en un hermoso campo de Pensilvania, la bala de un asesino me atravesó la oreja, pero entonces sentí, y creo aún más ahora, que mi vida fue salvada por una razón: Dios me salvó para hacer que Estados Unidos volviera a ser grande”.
Por tales afinidades quizás y la común incontinencia por decir mentiras, AMLO y Trump pudieron tratarse (o soportarse) cuatro años como amigous.
Megalómanos, redentoristas, populistas, nacionalistas exacerbados, se conducen como iluminados y cacarean como salvíficos sus proyectos de gobierno.
Se antojan caras de una misma moneda.
“Pronto Estados Unidos será más grande, más fuerte y mucho más excepcional que nunca”, ofrece Trump. “Una ola de cambio está arrasando el país, la luz del sol está brillando sobre el mundo entero y Estados Unidos tiene la oportunidad de aprovechar esta oportunidad como nunca antes”.
AMLO prometía más o menos lo mismo y se fue asegurando de que durante su gestión triunfara su ilusoria “revolución de las conciencias…”.