Según Claudia Sheinbaum, su mentor en Palenque y escribiendo un libro no tendría interés por lo que sucediera con la CNDH.
¿Y por qué no desde un principio el oficialismo en el Senado se pronunció por Rosario Piedra sino hasta el final?
La respuesta es clara: la línea presidencial vigente no era esa, pero sí la de su predecesor.
Nadie puede señalar a Jorge Zepeda Patterson de ser “adversario” del ex o de Sheinbaum, pero el 14 de noviembre, en estas páginas, publicó: “No hay que darle más vueltas, la única explicación lógica para la reelección de Rosario Piedra Ibarra en la CNDH reside en la intervención de Andrés Manuel López Obrador. El ex presidente había dicho que se mantendría políticamente al margen este sexenio, pero ahora mostró que no será del todo así. En su momento afirmó que la única excepción serían los casos en los que pudiera ser útil o en los que tuviese que ejercer su derecho a disentir. Obviamente en el tema de Piedra ‘disintió’. Supongo que asumió que tenía una deuda con la hija de Rosario Ibarra de Piedra y que durante sus cinco años la titular de la CNDH había sido leal al movimiento que él encabeza; negarle el deseo de repetir en el puesto le habrá parecido indigno e hizo algo al respecto. Los periodicazos recibidos por Piedra habrían acrecentado su molestia…”.
Tampoco se puede dudar de Sabina Berman, quien pese a simpatizar con la 4T lamentó tres días después en El Universal: “Creíamos que Morena tropezó con una piedra cuando eligió para la Comisión de los Derechos Humanos a Rosario Piedra. Se equivocó AMLO, creíamos. La puso ahí por su heroica estirpe —ser hija de Rosario Ibarra de Piedra— y se equivocó”, porque “la señora Piedra no supo defender a las personas sin poder del Poder, que es la misión de la comisión…”.
Los indicios de la intromisión del ex en la reelección de la CNDH surgen de las propias bancadas obradoristas con datos nuevos y argumentos demostrativos de que fue AMLO y no Sheinbaum quien impuso la designación.
Ocurrió lo mismo con el intento de la doctora de legar la jefatura de Gobierno capitalino a Omar García Harfuch o el de colocar a Alfonso Ramírez Cuéllar como coordinador parlamentario en el Senado, y el camarada López Obrador impidió —así fuera de manera camaderil— impulsar a quien prefería Sheinbaum: Nashieli Ramírez.
Luego de ordenar a los senadores de su mayor confianza iniciar una operación que abarcaba desde la injusta formación de la terna hasta la votación, de última hora, AMLO “convenció a todos” de que la mejor para la causa era Piedra, con el faccioso atractivo de que la señora es garantía de incondicionalidad, omisión y encubrimiento de las eventuales violaciones a los derechos humanos tanto durante la gestión anterior como de la iniciada en octubre.
Piedra en el cargo es probadamente ineficiente, pero leal y ha demostrado su rastrera incondicionalidad al “movimiento”.
Con ella lo más conveniente fue aplicar la receta de “más vale malo por conocido que bueno por conocer…”.