Para estos días ha quedado claro que la directora general de Conacyt, María Elena Álvarez-Buylla, y su director interino irregularmente hecho director, José Antonio Romero Tellaeche, no solo no conocen el CIDE sino que lo odian.
Si alguien aún lo duda, basta que lean el plan de trabajo con el que compitió Romero para ser director y escuchen las múltiples entrevistas que la directora dio la semana pasada sobre el conflicto que ella misma creó y en las que dio su opinión del centro académico y de investigación.
Valga decir que en esas descripciones se equivoca de fechas, asuntos, cambios… mencionan a personas que nunca estuvieron ahí, vuelve a hablar pestes del CIDE, alumnos, maestros y directivos… en fin.
Su desconocimiento y al mismo tiempo repulsión por la institución los ha hecho hacerlo todo mal. Sigo convencido, como escribí hace unas semanas, que con un poco de conocimiento de la institución y menos odio, Romero sería hoy director sin los líos que hoy enfrenta; podría haber sido un interino discreto, dialogante, amable y luego, ya nombrado, hacer algunas cosas que —según él— urgían. Pero querían bronca y aquí estamos.
La revuelta de alumnos y profesores en el CIDE frente a las irregularidades y la solidaridad con ellos de una multitud de instituciones educativas y académicas han hecho que la directora de Conacyt se resista a dialogar. No es lo suyo, según se sabe, lo del diálogo.
Después de varios intentos por parte de la comunidad de sentarse en una mesa con la directora, a la que ella se ha negado hasta que alumnos y profesores dejen de pedir lo que quieren —curioso diálogo el que quiere la doctora, si no no habría de qué dialogar—, ahora la comunidad CIDE ha pedido que intervenga el gobierno federal. Me temo que difícilmente algo así sucederá.
Que la estrategia ahora será que la institución se pudra. Los alumnos en sus puertas tal vez permanezcan unas semanas, meses más. Tal vez menos. Tal vez en algún momento las puertas se abran y a las instalaciones entrarán alumnos, maestros y profesores a los que el “director” impuesto a la mala desprecia y que ellos ya no respetan.
Y lo que hasta hace poco tiempo era una institución de excelencia, llena de proyectos y entusiasmo y éxito se irá haciendo chiquita, chafa, irrelevante.
Habrán ganado Álvarez-Buylla y Romero Tellaeche, porque sabemos qué piensan del CIDE.
Carlos Puig
@puigcarlos